domingo, 19 de octubre de 2008

Sobre "UNA LECTORA NADA COMÚN"

Confieso que una de mis innumerables carencias intelectuales es la literatura extranjera; hay tanto y tan bueno que leer de nuestros autores patrios que, salvo excepciones, los foráneos han ido quedando marginados en un proceso del que, evidentemente, uno es el único perjudicado.
Una de esas excepciones la obró el regalo que un profesor catalán me hizo el último Sant Jordi. Se trata de la novela corta titulada “Una lectora nada común” (Editorial Anagrama), del inglés Alan Bennet. Para adivinar el argumento del que trata, basta leer el título y mirar la fotografía de la portada: una coronada reina Isabel II, asomada con mirada perspicaz por la ventanilla de la que debe ser su carroza real.
Bennet está, como autor y como actor, relacionado con el mundo del teatro y el cine, y eso se nota, sabe intercalar los diálogos necesarios en el lugar preciso, utilizando frases cortas que sujetan al lector a un relato fácil pero tremendamente imaginativo. Siempre me ha encantado esa sutil manera de tratar la que quizás sea la monarquía más fastuosa del mundo que tienen los británicos, tan llena de fina ironía pero sin traspasar nunca las barreras del debido respeto.
La trama tiene que ver con la metamorfosis que la lectura puede llegar a provocar, incluso en las mentes en apariencia más rígidas y acartonadas, y para ello nada mejor que valerse de la figura de la reina de Europa por excelencia.
Recomiendo esta pequeña novela que casi se digiere en una sentada porque, como siempre que de un buen libro se trata, bajo la trama de los personajes que en ella intervienen, el lector hallará un sentido mensaje acerca del poder liberatorio de la literatura. Gusto, como quien busca fósiles en los campos, de señalar en aquello que leo frases a mi entender especialmente acertadas o ingeniosamente escritas, y tratándose de un inglés no pueden ser otras que las que reflejen su sutil sentido del humor. Vayan las siguientes que el autor pone en tan regios labios: “Supongo que una de las pocas cosas que podemos decir es que hemos llegado a una edad en la que podemos morirnos sin que nadie se sorprenda”; “A los ochenta las cosas no suceden, se repiten”; “para ser reina el único equipamiento imprescindible es un par de botas que lleguen hasta los muslos”; y para finalizar, la aspiración de cualquier escritor: “Nunca he escrito un libro, pero espero -…- que trascienda mis propias circunstancias y que se sostenga solo”.
En fin, una novela especialmente recomendable por ejemplo, para una plácida tarde de domingo otoñal.

domingo, 6 de abril de 2008

Sobre un libro completamente prescindible

A VUELTAS CON UNO MISMO

Las sociedades suelen tener temas recurrentes que, como los ojos del Guadiana, aparecen de tanto en tanto en el debate social. En el caso España no podía ser de otra manera y en mi opinión, todo sería más o menos normal si el debate no afectase, precisamente en la nación que se tiene como la más antigua de Europa, a su propia existencia como tal.

Efectivamente sobre el ser de España se han escrito infinidad de textos. Desde los clásicos del XVII y XVIII, como Cervantes, Quevedo, Gracián, Jovellanos, hasta los actuales Cesar Vidal, Gustavo Bueno o Jose Antonio Jauregui, pasando por los pensadores de los convulsos siglos XIX y XX, como Ortega y Gasset, Julián Marías, Unamuno o Ganivet, todos han tenido como tema de debate intelectual la propia existencia de España. Por su carácter de síntesis, recomiendo a este respecto la lectura de “España como Preocupación”, de Dolores Franco (Alianza Editorial 1998).

Viene esta introducción a cuenta de un nuevo libro sobre el tema en cuestión, titulado “España inacabada” de Joan Romero, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Valencia (Publicaciones de la Universidad de Valencia 2006). Vaya por delante que no me interesa tanto el texto en sí mismo, en mi opinión bastante flojo en argumentación, como seguidamente veremos, sino por cuanto representa una corriente de pensamiento muy extendida en ésta época, contradictoria en sus términos y débil en sus argumentos, pero políticamente correcta entre la intelectualidad autodenominada “progresista”.

Vaya por delante la idea, creo que mas acertada, de Romero, cuando en su Final señala que “Las inercias, la <> del territorio, la ausencia de <> entre administraciones o la escasa lealtad <>, dificultan enormemente el desarrollo pleno de estrategias de cooperación y de las relaciones institucionales entre las partes integrantes del Estado” (pag. 186). Ciertamente, la falta de costumbre en los consensos, no solamente entre las distintas administraciones, sino también en las fuerzas políticas existente, es un lastre para la correcta cohesión social. En este punto creo que todos podemos estar de acuerdo, otra cosa es que acertemos en señalar los motivos… y a los responsables. Pero veamos el argumento básico del libro.

Empieza Romero con una toma de postura que marcará todo su libro al decir “Sorprende por ello que todavía persista tanto interés por querer seguir construyendo desde la política, desde la historia, desde la geografía, desde el derecho o desde la ciencia política, tanto da, un perfil de nación que nunca ha existido más que en el imaginario de quienes desde el presente pretenden precisamente eso: imaginar como hubieran querido que hubiera sido o cómo querrían que fuera y nunca existió”, es decir, de un plumazo asevera que España como nación nunca ha existido y que son vanos todos los intentos de su justificación aportados desde todos esos ámbitos. Bueno, diremos, pero después vendrá una demostración de dicho planteamiento. Rebatirá por ejemplo a un autor tan poco sospechoso de “conservador” como Gustavo Bueno en su “España no es un mito” (Ediciones Temas de Hoy, 2005), cuando explica desde un plano filosófico el ser de España, o quizás a un representante de nuestra moderna historiografía como García de Cortazar, que de forma tan didáctica como minuciosa explica la formación de España, por ejemplo. Nada de eso, ¿para que perder tiempo en sutilezas?, después de un rápido repaso a la obra de Juaristi, Lluch, y Ortega, Romero encuentra la base de la argumentación a favor de esa España “que nunca ha existido” en la ¡Enciplopedia Alvarez!, increíble pero cierto. La verdad es que no se como estos adalides del nacionalismo antiespañol encuentran acólitos para sus sermones.


viernes, 14 de marzo de 2008

EL FEUDALISMO DEL SIGLO XXI

El señor feudal asumía que la tierra que recibía, y sus riquezas inherentes, provenían “de nadie sino de Dios”. La voluntad divina y su consiguiente inspiración, tan difícilmente contrastables pero tan sentimentalmente defendibles, siempre han sido la excusa de quien tuvo mas que otros sin el oportuno trabajo previo. Por otra parte, el feudalismo se ha caracterizado por la disociación, es decir, por la creación de organismos mas pequeños provenientes de otro superior. Esta disociación alcanzó el terreno político, y llevado a sus últimas consecuencias provocó en la península ibérica por ejemplo, la independencia del reino de Portugal con respecto al castellano leones. En el fondo no se trata sino de un proceso de rebelión de súbditos frente a su señor, normalmente el rey, en busca de prebendas y fueros que aumentasen su poder y por consiguiente, su riqueza. El final del camino es la consecución de un estado poliárquico que supone “la destrucción del estado y el reparto de sus migajas entre los poderosos”.

En los inicios de un nuevo siglo, el que nos atormenta con catástrofes medioambientales y adelantos científicos sin precedentes, un nuevo feudalismo nos atenaza. Es cierto que las circunstancias son otras, ya no se conquistan tierras a los moros, sino mercados en un mundo cada vez mas pequeño; por otro lado la monarquía absoluta ha mudado en una suerte de democracia con fuertes interacciones mediáticas, pero a poco que nos fijemos veremos que el núcleo estructural del asunto se parece mucho al de antaño: unas zonas geográficas pugnan con el Estado por conseguir mayores niveles de autogobierno, ante lo cual cabe hacerse la pregunta de si se trata de conseguir mayores cotas de bienestar del pueblo “socialmente democrático”, o mas bien de aumentar el poder de las clases dirigentes. Personalmente me inclino por lo último.

Leo en una web dedicada a la mayor gloria de Sabino Arana y su nacionalismo vasco: “Pensamos en Sabin como enviado de Dios a Euskadi”, pues eso, el designio divino a merced del poder político. Nada nuevo bajo el sol.

domingo, 9 de marzo de 2008

Comentario literario

Y SI HABLA MAL DE ESPAÑA… ES ESPAÑOL

Fernando Sánchez Dragó
Ed. Planeta

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar donde vio la luz del sol.
Si os alaba Inglaterra, será inglés,
si os habla mal de Prusia, es un francés,
y si habla mal de España, es español.

Joaquín M. Bartrina

Dragó escribe a la misma velocidad que habla, al menos así parece entenderse cuando uno lo lee. De su boca o de su máquina de escribir, salen las palabras como bocanadas de ideas llenas, fruto sin duda de una memoria privilegiada y de una base cultural que para nosotros querríamos la mayoría. Hace años que sigo con cierta atención a este escritor del que acertadamente se dice que no deja indiferente, y que es capaz de levantar tantas pasiones a su favor como odios en su contra. Empecé como no, allá por los años ochenta, con su Historia Mágica de España. Eran esos años de juventud en que casi todos sentimos una cierta fascinación por los temas cuasi esotéricos, y la lectura de historias legendarias protagonizadas por personajes entre reales e imaginarios que habitaban este Jardín de las Hespérides que era Iberia, se acercaba bastante a ese esquema. Además, y es lo que en realidad me llevó a su lectura, el “tema” de España (soy hijo intelectual de la generación del 98), me fascinaba entonces tanto como ahora a temporadas me obsesiona o me cansa, ¿quizás entonces también lo hacía?
Dice Sánchez Dragó en el libro que ahora nos ocupa, que cierra una trilogía alrededor del asunto mentado: con Gárgoris y Hábidis trató la España mágica, con Muertes Paralelas, que aún no he leído, la España trágica, y con Y si habla mal…, la España hortera. ¿Cuál de las tres visiones se acerca mas a la realidad?, pues no lo se, lo que si es cierto es que en este libro he podido corroborar una idea que desde hace tiempo tengo por asumida: el mayor peligro de nuestra sociedad en general y de España en particular, no son las guerras, ni los cataclismos climáticos, ni las enfermedades raras, que evidentemente tienen su importancia, pero de entre todos, el mayor,… es la frivolidad.
A lo largo de doscientas setenta páginas Dragó se harta de hablar mal de España, la Puta Ezpaña que lo asfixia y lo consume (repárese en la Z del momento). Sin seguir un esquema narrativo, da brochazos de pintura negra sobre el lienzo de un país que dice aborrecer, siguiendo como única guía, él lo dice, los ecos de las palabras de tres grandes del pensamiento de lo propio: Unamuno, Ortega y Jose Antonio. ¿Extraña este último nombre?, es cuestión de lecturas si clichés preestablecidos para entenderlo. De ellos viene la idea básica del amor a una patria que no les gusta y que les duele hasta lo más profundo de su corazón.
Para quien lea el libro le advierto que está lleno de exageraciones, mejor dicho, es una exageración en sí mismo, pero eso ya los saben quienes siguen al autor con cierta frecuencia. A ellos les aconsejo que se sobrepongan a esta apariencia y que busquen, en todo caso, el verdadero sentir del texto, a mi modo de ver, la pasión por su patria de alguien que se dice apátrida, que se contempla como Nada, que no encuentra remedio a sus males ni consigo ni sin ti, España suya.
Vivimos días de alineamiento político de nuestros intelectuales, normalmente tan progres y tan solícitos a apoyar a la izquierda en el poder (hoy es día de elecciones generales); en ese contexto, leer a alguien que a lo largo de sus setenta años ha ejercido de antifranquista, marxista, anarquista, y Dios sabe cuantos istas mas, y que ahora se confiesa liberal y votante del PP, me resulta especialmente grato, no tanto por la opción política que apoya sino por la libertad intelectual y provocadora que le lleva a manifestarlo.
El final del libro, reconozco que ahí se me ha hecho un poco largo, trata de los toros. Para Dragó, es este animal se refugia lo único que queda del sentir de España, una opinión acaso mas metafórica que real, pero que habrá que tener en cuenta.
Como resumen diré que a mi parecer en el debe del texto se encuentra la falta de un esquema narrativo que le dé forma de ensayo, pero como a lo mejor el autor nunca pensó hacer eso, situemos en el haber, la provocación que acaso despierte conciencias apagadas de esta adormilada nación de nuevos ricos.

9 de marzo de 2008

domingo, 3 de febrero de 2008

Ideas para una estrategia facil.

Hace unos días fui testigo de la siguiente escena: un ciudadano pretendía gestionar un asunto en un organismo de la Administración, el funcionario le entregó unas cartas de pago a fin de que en una entidad financiera cercana abonase unas tasas, tras lo cual, dicho funcionario le estregaría el documento que aquel pretendía obtener. Por un error del funcionario las cartas de pago no estaban bien emitidas, lo que obligó al mentado ciudadano a hacer un doble viaje para arreglar su asunto. Ante el funcionario, el “tramitante” mostró todo su cabreo, a grito pelado, a lo que de nada valieron las disculpas que aquel le pedía. Cuando el ciudadano abandonó la oficina, el resto de funcionarios que en ella trabajaban se prometieron que a la próxima serían que aquel escrupulosamente exigentes, vamos, que dentro de sus prerrogativas legales le harían la vida imposible.
La facilidad con que los hechos desembocaron en una situación tensa me llevó a pensar en lo importante que son los modales en la relación cotidiana, y a extraer unas conclusiones aplicables, entre otras cosas, a la estrategia empresarial.
El trabajo cotidiano nos ofrece infinidad de ocasiones en que unos y otros hemos de relacionarnos; muchas de las cuales no son precisamente para preguntarnos por el tiempo que hará al día siguiente o sobre quien ganará la liga. El mundo de los negocios y del trabajo en general, nos enfrenta a situaciones tensas e incómodas entre unos y otros, por ejemplo cuando uno pide a otro un aumento de salario, o cuando por nuestro jefe se nos corrige una acción que ha desembocado en un fracaso para la empresa, o simplemente cuando un cliente nos ha devuelto una letra. Estas situaciones obligan, desde mi punto de vista, a adoptar frente al otro una postura clara, suficientemente razonada y firme, pero en todo caso, la tensión del momento se verá sensiblemente rebajada si somos capaces de no echar mas leña al fuego añadiendo el elemento de la crispación.
Hace muchos años que alguien me dijo que la educación abre muchas puertas, a lo largo de mi vida he tenido miles de ocasiones de verificar dicha afirmación. La eficacia y la eficiencia de una empresa, herramientas indispensables para obtener la rentabilidad económica y social que al final todos pretendemos, depende en fuerte medida de que las relaciones interpersonales de los que trabajan en ella sean cordiales; nadie, ni los accionistas, ni los directores, ni los encargados, ni quienes realizan los trabajos en apariencia mas simples, se ven excluidos de tener que asumir esta condición si de verdad pretenden llevar a buen puerto los fines de la organización. Si el trato con los proveedores es cordial, los suministros de la empresa serán mas puntuales y seguros; si el trato con nuestros clientes es amigable, la cifra de ventas aumentará; si el trato con los trabajadores en mas afable, nuestra producción se hará con las eficiencia. Muchas veces el éxito o el fracaso de una empresa dependen tan solo de cuestiones tan simples, a primera vista, como estas.
Sé que la costumbre de la amabilidad no se improvisa, hay quien lo es por naturaleza y temprana educación, y quien por el contrario, a la primera de cambio muestra su cara más huraña. A estos últimos les propongo la utilización habitual en sus conversaciones de tres muletillas: “gracias”, “perdón” y “por favor”; unidas a la utilización de un tono de voz suave, lo que no quita para que sea claro y expresivo. A fuerza de su uso hasta la persona mas tosca se mostrará ante los demás como más cortés y simpático, y seguro que al final su carácter irá asimilando estas característica, o al menos lo aparentará.

Antonio Valdés 3-1-2008