sábado, 31 de diciembre de 2011

Uno de los múltiples deseos

Escribo estas líneas A vuela pluma, cuando todo son buenos deseos para el próximo año. Sinceramente, espero que se cumplan la mayor parte de ellos por el bien de todos. Decir que 2012 no será facil es una obviedad, como también lo es apelar a la confianza en el esfuerzo de todos para superar las dificultades. 

Concretemos, mi deseo va dirigido a la clase política que tanto influye en nuestras vidas, muchas veces para nuestra desgracia. Como tengo mis dudas acerca de que esa influencia disminuya, hago mías unas palabras de Winton Churchill y las elevo a la categoría de deseo: "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones". 

Ojalá tengamos tantos estadistas como políticos. Para todos en general ánimo, confianza y esfuerzo.





 

Una frase en torno a la ira.

"Sentí esa mezcla de vergüenza y júbilo que nos invade cuando la ira nos ha hecho prevalecer sobre alguien, aunque sea en detrimento de la equidad".

Fernando Savater en La Hermandad de la buena suerte.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La reacción de la izquierda


Ha caído en mis manos un interesante artículo de Félix Ovejero Lucas (Profesor de Ética y Economía en la Universidad de Barcelona) titulado La reacción de la izquierda, que aborda, no voy a negarlo, uno de los temas que más me interesan, por distraídos, en cuanto a debates contemporáneos se refiere: los inescrutables y sinuosos caminos que sigue el pensamiento de la izquierda, fundamentalmente a partir de la caída del Muro de Berlín.

Trata Ovejero de la polémica que sostienen por un lado Caroline Fourest, firme defensora de los “valores republicanos”, especialmente los de igualdad y laicidad, y Tariq Ramadan, uno de esos “héroes con las yemas de los dedos chamuscadas”, fundamentalmente en su faceta de filósofo político islamista, y por cierto, según nos descubre el articulista, un asiduo en los vacuos debates de la Alianza de Civilizaciones. 

Ramadan es en estos momentos uno de los mayores defensores y tras ello publicistas, de la idea del  comunitarismo, concepto que “aunque ahora aparezca revestid(o) con la dignidad filosófica de “la autenticidad”, su genealogía remite al pensamiento más negro y antiilistrado, al que pertrechó intelectualmente a la peor historia reciente de nuestras sociedades, cuando el ideal de ciudadanía se vio arrumbado en nombre de sentimientos –tan propios de la adolescencia- basados en la convicción de que “yo soy diferente, especial”. 

Frente a este concepto Fourest alza la bandera del universalismo, aquel que parece haber abandonado la izquierda dejándose por el camino las ideas de igualdad y ciudadanía, que ha cambiado por las de diferencia y multiculturalidad; “el universalismo de raíz ilustrada, confiado en la razón compartida, se ve sustituido por un relativismo, por lo general de poco vuelo, que porque comprende –si es que comprende- se cree obligada a justificar, a perdonar”. En realidad, como se pone de manifiesto en el artículo, el sustrato religioso es evidente en cuanto a que en la nueva sociedad que se propone todo es en cierto modo perdonable, en cuanto a que ese todo,  llámese tanto el uso del velo, la supremacía cultural o el argumento del expolio fiscal entre territorios contrario a la redistribución de la riqueza, por poner solo tres ejemplos, no son sino expresión de la defensa de todas las identidades. Poco importará a estos efectos la evolución que haya podido tener nuestra cultura durante cientos de años hasta haber llegado a ese ideal democrático de ciudadanía, el multiculturalismo impone una fría nivelación en cuanto a la aceptación de todas las particularidades y a partir de ahí, típico también de una izquierda forjada a fuerza de clichés, toda crítica se cancela “a golpe de descalificaciones (“sexista”, “racista”, etc.); el “mensaje de corrección de las desigualdades materiales se ha visto emborronado por una recurrente innovación a las virtudes de la diferencia, que todo lo iguala y todo lo confunde”. Desde esta base el camino hacia la intolerancia, presentado como “intelectualmente progresista y avanzado”, está servido. 

El final del artículo es el que encierra a mi modo de ver el mensaje más inquietante de esta transmutación en el ideario de la nueva izquierda que Tariq Ramadan parece encarnar. Fourest denuncia la “letanía multicultural”, y advierte, en palabras de Ovejero, “como la apelación a la tolerancia se ha mudado en una sutil estrategia para imponer la intolerancia o, dicho de otra manera, cómo ha sido posible que las justas reivindicaciones de las minorías… han acabado por convertirse en el combustible de integrismos (religiosos o nacionalistas, añado yo) que, en nombre de la cultura, quieren acabar con el imperio de la ley”. Es decir, en primer lugar se ha comenzado pidiendo respeto a las creencias o manifestaciones culturales “privadas”, para pasar luego a exigir políticas “públicas” frentistas y de privilegio. 

El esquema, una vez elaborado, parece impecable, lástima que, como adelanta Félix Ovejero al inicio de su artículo, “A falta de ideas, una parte de la izquierda tiene clavos ardiendo”     

martes, 6 de diciembre de 2011

En torno a la democracia

Me parece oportuno este puntazo en un día tan destacado como hoy:

"La democracia no ha demostrado ser una defensa segura contra la tiranía y la opresión, como una vez se esperó. Sin embargo, en cuanto a convención que permite a cualquier mayoría liberarse de un gobierno que no le gusta, la democracia tiene un valor inestimable". 

Friederich A. Hayec