Una interesante reflexión del catalán Xavier Vidal-Folch, que hasta ahora parece haber pasado inadvertida, en su artículo de El País, de hoy.
Un "Golpe" para Cataluña
miércoles, 29 de julio de 2015
domingo, 26 de julio de 2015
HOMBRES BUENOS, de Arturo Pérez-Reverte
Serán fundamentalmente los dos últimos tercios del siglo
XVIII en Francia, los que darán nombre a la centuria y zarandearán como un
terremoto con epicentro en París, las ideas y las estructuras políticas y
sociales de toda Europa; el Siglo de las Luces, se convertirá en la gran
referencia de la lucha sin cuartel entre el oscurantismo y la razón, entre el
encorsetamiento impuesto por una religión acostumbrada a dirigir vidas y reinos
y la fuerza liberadora de la nueva filosofía inspirada por Rouseau, Voltaire o Montesquieu
entre otros. La edición entre 1751 y 1780 de la Encyclopédie de Diderot y d’Alembert será en cierto modo la
condensación de todas esas nuevas ideas ofrecidas al mundo.
Ese es el marco en que se mueve la historia de Hombres buenos (Alfaguara, 2015), y lo
hace su autor a partir de tener entre sus manos esa primera edición de la
Enciclopedia que se guarda en la biblioteca de la Real Academia de la Lengua de
la que es miembro, e indagar en las peripecias que la ilustre institución
sufrió para su compra, tarea encargada a dos de sus académicos, don Pedro
Zárate y don Hermógenes Molina, en un
momento además en que la Inquisición la tenía prohibida.
Si algo caracteriza las novelas de Pérez Reverte es su
meticulosa preparación de cualquier detalle histórico, geográfico o técnico de
los que se utilizan en el relato, y la novedad en su último libro, que a su vez
le da frescura y en cierta forma hace partícipe al lector de su génesis, son
los capítulos que va intercalando en donde pregunta a especialistas como Carmen
Iglesias o Francisco Rico, o a la propietaria de una librería de viejo a las
orillas del Sena, informaciones que después utilizará en la obra.
En Hombres buenos
aparece una confrontación a cuatro bandas capitaneadas a su vez por sus cuatro
protagonistas principales, todos ellos académicos de la RAE: por una parte los
ya citados Pedro Zárate, máximo representante de las nuevas ideas ilustradas y
hacia quien el autor parece demostrar mayor simpatía, y el bibliotecario de la institución
Hermógenes Molina, hombre culto, razonable, que comparte las ideas ilustradas
sin renunciar a su condición de católico convencido. Por otra parte el reaccionario
periodista Manuel Higueruela, enemigo acérrimo de la nueva filosofía y Justo
Sánchez Terrón, un mediocre intelectual auto convencido de ser el mejor
representante de las nuevas ideas. Entre ellos se irán hilvanando alianzas, amistades e intereses, en lo que en último caso es la representación de un
enfrentamiento poliédrico entre lo viejo y lo nuevo, situados ambos más allá de
las trincheras previsibles.
La novela carece, pese a la escena del duelo que presenta en
París y un violento final en el que los académicos recuperan la obra a punto de
ser destruida, de momentos vibrantes que tensionen el relato, pero quizás
tampoco se trataba de eso cuando se tiene la pretensión de ser fiel a los
acontecimientos que realmente ocurrieron. Por otra parte, de forma intencionada
o no, creemos que sí, Reverte nos va haciendo una lectura actualizada de los hechos,
es como si al leer lo acontecido hace más de doscientos años estuviésemos escudriñando
las páginas de opinión de un periódico de hoy mismo.
Quizás no sea la mejor sus novelas, pero es imprescindible
para quienes siguen la obra de Pérez-Reverte y desean conocer un poco mejor las
inquietudes de siglo XVIII en Francia y España.
jueves, 23 de julio de 2015
El debate catalán (33)
Hoy aparece en El País un artículo del escritor Santiago Roncagliolo que no puedo dejar de recomendaros. Los nacionalistas, empezamos a saberlo también en Valencia y me temo que tendremos múltiples ejemplos durante los próximos cuatro años, suelen hablar de cultura auto situándose sobre un peldaño superior, como revestidos de una autoridad intelectual desde la que poder menospreciar la opinión contraria: la historia, las tradiciones, el lenguaje, la literatura..., son como ellos las entienden, los otros, pobres ignorantes, poseídos por una "cultura extraña", no pueden sino perder resortes de expresión. Nunca pues llegaremos a entender las bondades pedagógicas de la inmersión linguística al catalán (?), nunca a ser conscientes de la fortaleza de nuestra "única" cultura subyugada, nunca a asumir que poder hablar castellano y tenerlo como lengua propia junto al valenciano, nos priva de las delicias de la etnia.
Quizás desde nuestra ignorancia lleguemos a pensar algún día, que es precisamente ella la que nos hace grandes.
domingo, 12 de julio de 2015
El "problema" de España XII
Es cierto que nuestros ilustrados nunca tuvieron la
iniciativa intelectual, y por lo tanto no dejaron el sedimento de cualquiera de
los autores de las “Luces” francesas. Aquí no hay un Voltaire, ni un Diderot,
ni mucho menos un Rousseau, y ello se debe en gran parte al ambiente general
que se vive en la España del siglo XVIII, a la falta de libertad de pensamiento,
al dominio que una iglesia ultramontana ejercía incluso contra los intentos
regios de modernización de Carlos III; y a pesar de ello son fundamentales para
entender lo que serán los dos siglos siguientes. Moratín describe así ese
ambiente contradictorio en que viven:
“… la edad en que
vivimos nos es muy poco favorable: si vamos con la corriente, y le hablamos el
lenguaje de los crédulos, nos burlan los extranjeros, y aún dentro de casa
hallaremos quien nos tenga por tontos; y si tratamos de disipar errores
funestos, y enseñar al que no sabe, la santa y general Inquisición nos aplicará
los remedios que acostumbra”.
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