sábado, 31 de diciembre de 2011

Uno de los múltiples deseos

Escribo estas líneas A vuela pluma, cuando todo son buenos deseos para el próximo año. Sinceramente, espero que se cumplan la mayor parte de ellos por el bien de todos. Decir que 2012 no será facil es una obviedad, como también lo es apelar a la confianza en el esfuerzo de todos para superar las dificultades. 

Concretemos, mi deseo va dirigido a la clase política que tanto influye en nuestras vidas, muchas veces para nuestra desgracia. Como tengo mis dudas acerca de que esa influencia disminuya, hago mías unas palabras de Winton Churchill y las elevo a la categoría de deseo: "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones". 

Ojalá tengamos tantos estadistas como políticos. Para todos en general ánimo, confianza y esfuerzo.





 

Una frase en torno a la ira.

"Sentí esa mezcla de vergüenza y júbilo que nos invade cuando la ira nos ha hecho prevalecer sobre alguien, aunque sea en detrimento de la equidad".

Fernando Savater en La Hermandad de la buena suerte.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La reacción de la izquierda


Ha caído en mis manos un interesante artículo de Félix Ovejero Lucas (Profesor de Ética y Economía en la Universidad de Barcelona) titulado La reacción de la izquierda, que aborda, no voy a negarlo, uno de los temas que más me interesan, por distraídos, en cuanto a debates contemporáneos se refiere: los inescrutables y sinuosos caminos que sigue el pensamiento de la izquierda, fundamentalmente a partir de la caída del Muro de Berlín.

Trata Ovejero de la polémica que sostienen por un lado Caroline Fourest, firme defensora de los “valores republicanos”, especialmente los de igualdad y laicidad, y Tariq Ramadan, uno de esos “héroes con las yemas de los dedos chamuscadas”, fundamentalmente en su faceta de filósofo político islamista, y por cierto, según nos descubre el articulista, un asiduo en los vacuos debates de la Alianza de Civilizaciones. 

Ramadan es en estos momentos uno de los mayores defensores y tras ello publicistas, de la idea del  comunitarismo, concepto que “aunque ahora aparezca revestid(o) con la dignidad filosófica de “la autenticidad”, su genealogía remite al pensamiento más negro y antiilistrado, al que pertrechó intelectualmente a la peor historia reciente de nuestras sociedades, cuando el ideal de ciudadanía se vio arrumbado en nombre de sentimientos –tan propios de la adolescencia- basados en la convicción de que “yo soy diferente, especial”. 

Frente a este concepto Fourest alza la bandera del universalismo, aquel que parece haber abandonado la izquierda dejándose por el camino las ideas de igualdad y ciudadanía, que ha cambiado por las de diferencia y multiculturalidad; “el universalismo de raíz ilustrada, confiado en la razón compartida, se ve sustituido por un relativismo, por lo general de poco vuelo, que porque comprende –si es que comprende- se cree obligada a justificar, a perdonar”. En realidad, como se pone de manifiesto en el artículo, el sustrato religioso es evidente en cuanto a que en la nueva sociedad que se propone todo es en cierto modo perdonable, en cuanto a que ese todo,  llámese tanto el uso del velo, la supremacía cultural o el argumento del expolio fiscal entre territorios contrario a la redistribución de la riqueza, por poner solo tres ejemplos, no son sino expresión de la defensa de todas las identidades. Poco importará a estos efectos la evolución que haya podido tener nuestra cultura durante cientos de años hasta haber llegado a ese ideal democrático de ciudadanía, el multiculturalismo impone una fría nivelación en cuanto a la aceptación de todas las particularidades y a partir de ahí, típico también de una izquierda forjada a fuerza de clichés, toda crítica se cancela “a golpe de descalificaciones (“sexista”, “racista”, etc.); el “mensaje de corrección de las desigualdades materiales se ha visto emborronado por una recurrente innovación a las virtudes de la diferencia, que todo lo iguala y todo lo confunde”. Desde esta base el camino hacia la intolerancia, presentado como “intelectualmente progresista y avanzado”, está servido. 

El final del artículo es el que encierra a mi modo de ver el mensaje más inquietante de esta transmutación en el ideario de la nueva izquierda que Tariq Ramadan parece encarnar. Fourest denuncia la “letanía multicultural”, y advierte, en palabras de Ovejero, “como la apelación a la tolerancia se ha mudado en una sutil estrategia para imponer la intolerancia o, dicho de otra manera, cómo ha sido posible que las justas reivindicaciones de las minorías… han acabado por convertirse en el combustible de integrismos (religiosos o nacionalistas, añado yo) que, en nombre de la cultura, quieren acabar con el imperio de la ley”. Es decir, en primer lugar se ha comenzado pidiendo respeto a las creencias o manifestaciones culturales “privadas”, para pasar luego a exigir políticas “públicas” frentistas y de privilegio. 

El esquema, una vez elaborado, parece impecable, lástima que, como adelanta Félix Ovejero al inicio de su artículo, “A falta de ideas, una parte de la izquierda tiene clavos ardiendo”     

martes, 6 de diciembre de 2011

En torno a la democracia

Me parece oportuno este puntazo en un día tan destacado como hoy:

"La democracia no ha demostrado ser una defensa segura contra la tiranía y la opresión, como una vez se esperó. Sin embargo, en cuanto a convención que permite a cualquier mayoría liberarse de un gobierno que no le gusta, la democracia tiene un valor inestimable". 

Friederich A. Hayec

martes, 23 de agosto de 2011

Sobre EL SUEÑO DEL CELTA, de Vargas Llosa

Definitivamente, las novelas hay que leerlas de un tirón, porque si no al final no solo se corre el riesgo de perderse los matices de la historia y de los personajes que intervienen, además puedes incluso aburrirlas. No he llegado a ese extremo, pero reconozco que terminar El sueño del celta ya me parecía más una obligación que una devoción, y eso es malo. Empecé el libro hace unos tres meses y por circunstancias era raro el día que pasaba de las cinco páginas, al final, por culpa evidentemente del lector, la historia no ha conseguido atraparme.  

Aparte de eso, a uno le ruboriza ponerle algún pero a Vargas Llosa, intelectual al que admiro y sigo, pero como en este blog se trata de expresar sinceramente sentimientos y pareceres extraordinariamente particulares, aún a riesgo de parecer pedante, diré que me costó leer las primeras páginas, entender por ejemplo el uso exagerado de comas o de otros signos de puntuación que parece como que no vienen al caso; por ejemplo, en la página 18: “Descubriría qué, ya adolescente: aunque en apariencia, para casarse con su padre, Anne Jephson se había convertido al protestantismo,…”, ¿está bien colocados los dos puntos?, conforme vas entrando en el texto todo parece más justificado, cuando entiendes que el autor escribe como si estuviera hablándote, se trata de un ejercicio de imaginación divertido para quien lee, y propio en cualquier caso de una obra de madurez como es ésta.

El libro relata la historia de un personaje real, Roger Casement, diplomático británico de origen irlandés  y autor de estudios-informes realizados sobre el terreno, en la época de esplendor del caucho, primero en el Congo Belga y después en la Amazonía peruana, en los que denunciaba las condiciones de esclavitud en que trabajaban los nativos a manos de sendos intereses colonialistas. Tras lograr un amplio reconocimiento social y político, las experiencias vividas le llevarán a enfrentarse a la propia corona inglesa, en la que ve una nueva versión de las agresiones coloniales hacia su redescubierta Irlanda, una nacionalismo extremo que acabará conduciendo al patíbulo. 

En un primer momento me extrañó que Vargas Llosa eligiera el tema del nacionalismo para un libro suyo, porque por otros escritos intuyo que no es nada partidario de este tipo de corrientes políticas, pero en cualquier caso, se trata de una creación literaria y como tal hay que tomarla, sin sacar otras conclusiones. A este respecto me han interesado ciertas reflexiones que contiene la obra, por ejemplo la que expresa el padre Crontty, confesor de Casemont cuando éste esperaba en la cárcel de Pentonville Prison la confirmación a su sentencia. Dice el sacerdote, refiriéndose a un compañero de filas del protagonista: “Por su inteligencia y por su entrega a una causa. Su cristianismo es el de esos cristianos que morían en los circos romanos devorados por las fieras. Pero, también, el de los cruzados que reconquistaron Jerusalén matando a todos los impíos judíos y musulmanes que encontraron, incluidas mujeres y niños. El mismo celo ardiente, la misma glorificación de la sangre y la guerra. Te confieso, Roger, que personas así, aunque sean ellas las que hacen la Historia, a mí me dan más miedo que admiración.”, o la que hace el propio Casemont referida al ejercicio político: “Había oído y leído que la política, como todo lo que se vincula al poder, saca a veces a la luz lo mejor del ser humano –el idealismo, el heroísmo, el sacrificio, la generosidad-, pero, también, lo peor, la crueldad, la envidia, el resentimiento, la soberbia.” 

Naturalmente hay que leer El sueño del celta, siempre hay que leer a Vargas Llosa, aunque en este caso, desde mi punto de vista, el autor no llegue a la calidad literaria de La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral o La Fiesta del Chivo, por ejemplo.   

   
           

miércoles, 3 de agosto de 2011

Crisis e imaginación

“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.”

Albert  Einstein

lunes, 1 de agosto de 2011

Hacia el final de un negro ciclo

El pasado viernes el Presidente Zapatero anunciaba públicamente su intención de adelantar las elecciones generales al próximo 20 de noviembre. Era, según decía, una decisión largamente meditada, aparentando en su comparecencia idéntica convicción con que apenas unas horas antes mantenía que “ni se le había pasado por la cabeza”, ese mismo adelanto electoral. Lo mismo y lo contrario a la vez y sin el más mínimo rubor, un perfecto epílogo para una manera de gobernar cambiante, frívola y sembrada de desconciertos. 

Es evidente que la situación económica de España ha sido decisiva en esta decisión, forzada sin duda por presiones de su propio partido y de los “mercados”, esas bestias negras a quienes tan barato sale en el corto plazo echarles las culpas de todos los males, pero que en el medio plazo se convierten en los mejores examinadores de la credibilidad y la solvencia de los gestores económicos y políticos. En su típico juego de malabarismo, Zapatero pasó de negar la crisis a reconocerla como sobrevenida “desde fuera”, de asegurar que no eran necesarias reformas de calado en nuestro sistema, a ser el mayor defensor de las mismas, previa llamada, eso sí, de Angela Merkel y el resto de socios europeos, y de asegurar ahora que era necesario esperar a marzo para completar las reformas a darlas ya todas por concluidas y exitosas.   

Según la Encuesta de Población Activa, el paro ha pasado de 2.287.200 desempleados en marzo de 2004, cuando asumió el poder, a los 4.910.200 actuales; el crecimiento económico del 2´9% al 0´8%; el déficit público en relación al PIB del 0’2% de 2003 al 9’2% en 2010; y la temida prima de riesgo, es decir, el diferencial en los tipos de interés entre Alemania y España, de los 0 puntos básicos en el primer trimestre del 2004 a los 350 del pasado viernes. 

Siempre he pensado que la economía tiene mucho de subjetivo, con datos buenos en ocasiones hay estancamiento y en situaciones contrarias, no sabes muy bien porqué, se incrementa la actividad y el crecimiento. Las expectativas, cuando en ellas ponen su confianza una parte mayoritaria de la población, pueden conseguir romper el círculo vicioso de atonía-menor demanda-cierre de empresas-desempleo, y vuelta a empezar. Pero a ello ayudarán sin duda reformas de calado que habrían de acometerse sin falsos complejos y sin miedos a una opinión pública minoritaria pero que grita mucho: cambios en el sistema laboral que facilite la contratación sin crear barreras insalvables para las empresas en momentos de disminución de la demanda; mayor transparencia, asunción de responsabilidades y eliminación del “mangoneo” por parte de los políticos en nuestro sistema financiero público, entiéndanse cajas de ahorros, o lo que quede ellas dentro de unos meses; implantación de un sistema educativo exigente que lejos de conformarse en su mediocridad aspire a la excelencia; y el paulatino desmontaje de unos “chiringuitos” autonómicos en todo lo que se refiere a la ruptura de la imprescindible unidad de mercado provocada por una legislación contradictoria y, en demasiadas ocasiones, absurdamente diferente entre unos y otros, o la falta de coordinación de políticas fiscales que aspiren a la categoría de nacionales.

A partir del 20 de noviembre España tendrá ante sí la posibilidad de tomar caminos que, aunque difíciles, nos permitan recuperar entendimientos sociales y bienestar económico, ojalá no nos falte la inspiración en el momento decisivo. 
1-8-2011

viernes, 27 de mayo de 2011

En torno a la Virtud

Para Aristóteles, a través de dos tipos de virtudes diferentes se puede llegar a la felicidad. Una buena frase para un extraordinario fin de semana. Que lo disfrutéis.


"la virtud se manifiesta en un doble aspecto: uno intelectual, otro moral; la virtud intelectual proviene en su mayor parte de la instrucción o educación...., mientras que la virtud moral es hija de los buenos hábitos" 

Aristóteles

sábado, 21 de mayo de 2011

Indignaos

         Hablaremos sobre este interesante asunto. De momento unas reflexiones de Prada en su columna de hoy: 

           "Y ese fondo es el que asoma, magullado, malherido, hecho trizas o añicos, entre la empanada mental de proclamas que los chavales indignados lanzan contra el «sistema» que los ha moldeado; proclamas cuyo lenguaje acata los códigos que el propio «sistema» les ha inculcado: democracia participativa, libertades ciudadanas, subsidios, financiación pública, etcétera; y todo ello aderezado con un emotivismo párvulo y efervescente. Que es como si el esclavo le pidiera a su amo que lo esclavice más amorosamente, que le brinde mejor techo y comida más abundante; requerimiento que halaga al amo sobremanera, pues cuando el esclavo reclama mejoras en las condiciones de su esclavitud está reconociendo que sin esclavitud no podría sobrevivir ya, que no hay vida fuera de la esclavitud. Y entonces el amo le dice al esclavo con sorna, mientras satisface sus peticiones utilizando como remedio la causa de sus males: «¿Qué te parece? El mismo vino que te enfermó te cura y da salud»".
Juan Manuel de Prada

sábado, 7 de mayo de 2011

Comentario sobre Vida y tiempo de Manuel Azaña 1880-1940, de Santos Juliá

          A diferencia de lo que ocurre en Europa, el género biográfico no tuvo, hasta hace unos años, gran importancia en la producción ensayística española. Afortunadamente este vació se va poco a poco llenado con estudios mayoritariamente recomendables. El año pasado leí dos buenas muestras de lo que digo, una de ellas escrita por José Luis Ferriz sobre Miguel Hernández (Miguel Hernández. Pasión, cárcel y muerte de un poeta. Ediciones Temas de Hoy, 2010), y la otra obra del historiador Santos Juliá titulada Vida y tiempo de Manuel Azaña, 1880-1940 (Taurus, 2008), que es la que pretendo comentar.

          Azaña es una de las personalidades políticas de mayor calado y sin duda más representativas de la II República Española, sin temor a equivocarnos creo que si del amplio plantel de personajes que intervinieron en la década de los treinta tuviésemos que elegir a uno en el que de forma más diáfana convergiesen las luces y las sobras de aquella experiencia política, Azaña sería el mejor ejemplo. Personalmente siempre me ha interesado su figura y no solamente por la vertiente política sino también por la literaria, no podemos dejar pasar obras como El Jardín de los Frailes, los Diarios, necesarios para comprender mejor los acontecimientos del momento, o Una velada en Benicarló, que tengo lista para leer lo más pronto posible.    

          A quienes hayan bosquejado algunos de los numerosísimos libros escritos sobre la República, quizás hayan caído en la cuenta de la adjetivación que se hace de Azaña como el gran jacobino del régimen. Me agradó encontrar hace un par de años la que posiblemente sea la primera vez en que se le adjudicó esa calificación: lo hizo Josep Pla en su época de cronista parlamentario (Ver La Segunda Repúblico Española. Una crónica 1931-1936. Josep Pla. Ediciones Destino 2006); en el artículo que publica en La Veu de Catalunya el 17 de octubre de 1931, se refiere a don Manuel como “la gran personalidad que ha surgido en este régimen. Es el jacobino integral, hombre frio, de tipo oriental, que habla como un médico chino debe de manejar el bisturí” (pág. 186). Efectivamente Azaña parecía tener claro el papel que la República debía desempeñar en la historia de España, a formarse esta idea sin duda le ayudaron sus experiencias anteriores, perfectamente detalladas por Juliá, como fueron sus primeros estudios en los jesuitas de El Escorial, la militancia en el Partido Reformista de Melquiades Álvarez, pero sobre todo la vida social y cultural desarrollada junto a los máximos exponentes de la intelectualidad española en el Ateneo de Madrid del que fue muchos años secretario.

          Pero posiblemente sea esa idea cerrada, ese convencimiento de la trascendencia del momento, esa posición adanista, tan habitual por otra parte en la política española, la que le hizo perder la perspectiva de cuáles eran las circunstancias de la sociedad en aquel momento, a pasar por alto las creencias religiosas de una parte mayoritaria de la población, a estar convencido, como lo estaban Largo Caballero y Prieto, de que nunca debería permitirse a la derecha gobernar la República, aun ganando las elecciones, o a no tomar en consideración la deriva revolucionaria por la que los máximos representantes del régimen estaban escorando a aquella experiencia política.    

          Alejado del centro de decisiones durante la guerra aunque formalmente siguiese siendo Presidente de la República, fue casi al final partidario de buscar una paz honrosa aunque quizás nunca supo cómo hacerlo; ello le valió el enfrentamiento con el entonces presidente de gobierno Juan Negrín y con los comunistas. Dolores Ibarruri le calificará como “espíritu apocado” y José Diaz clamará advirtiendo que “En nuestro país, ni un minuto podría mantenerse en el Poder aquel hombre que siquiera pensara en la posibilidad de llegar a transacciones o compromisos con el enemigo”. El 4 de febrero de 1939, estando con su familia en el último pueblo de España, junto a la línea fronteriza con Francia, Azaña muestra una vez más su “completo desacuerdo con Negrín respecto a la oportunidad de proseguir la guerra y lamentó que sus frecuentes llamadas a la paz y las gestiones que había realizado para lograrla no hubieran tenido éxito”. Era demasiado tarde, probablemente las decisiones debían haberse tomado tiempo atrás, antes de que todo se torciera definitivamente con el golpe de estado de 1934, o incluso antes de que unos y otros viesen en el régimen un instrumento para hacer su revolución particular.

          Azaña moría en una habitación del Hotel du Midi de Montauban el 3 de noviembre de 1940, enfermo y acosado por Serrano Suñer que pretendía su extradición a España para ser juzgado por los vencedores de la guerra. Atrás quedaba su invocación, que quedará definitivamente para la historia, de “la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad y perdón”.            

          Como resumen, creo que el ensayo de Santos Juliá tiene el mérito de ofrecer un recorrido completo por la biografía del personaje, sin establecer periodos estancos sino relacionando unas etapas con otras. Especial importancia tienen los datos anteriores a 1931, menos conocidos hasta ahora, y que nos ofrecen una visión integral de Azaña, diferente a algunos estereotipos existentes. Es cierto que Juliá es en general generoso con Azaña, pero esto no quita un ápice al valor que la obra en su conjunto tiene.  

ASCO

Sé que el título de este escrito no es propicio para un desarrollo racionalizado de lo que quiero decir. No me importa, ni lo pretendo ni tengo paciencia para ello. El viernes por la mañana, cuando en los primeras imágenes de las noticias veía a los representantes de la nueva formación batasuna celebrar la decisión del Tribunal Constitucional de la noche anterior, autorizándoles a presentarse a las elecciones municipales, mi sentimiento no fue otro que el de asco, de repugnancia, de pensar que una vez más nos habían tomado el pelo a los demócratas y que eso había sido por obra y gracia de la máxima instancia judicial, perdón, quiero decir de la máxima instancia de interpretación y decisión política (el propio portavoz de Bildu así lo reconocía), como es el citado Constitucional.

El cierto que este llamado tribunal no lo componen jueces de carrera, sino meros juristas procedentes de diversos ámbitos pero que no forman parte de la magistratura (la propia Constitución des dedica un Título, el IX, distinto al que trata sobre El Poder Judicial, el VI), es cierto que su elección se produce después que cada partido político proponga su “cuota”, es cierto que los seis “aceptantes” fueron todos curiosamente propuestos por el Psoe, es cierto  que el Gobierno, a través de la abogacía del Estado y la Fiscalía, haya por una parte, y cara a la galería, pretendido que esa formación no estuviese en las elecciones porque tenía pruebas evidentes de que formaba una parte de la estrategia de Eta, pero que a su vez se contradecía con que “sus” representantes en el TC les abriesen la puerta, es cierto que sobre todo esto se están vertiendo chorros de tintas estos días y a poco avezado que uno sea podría escribirse todo un artículo de contenido, pero nada de eso me apetece; cuando he sabido de las celebraciones de los presos de la banda terrorista en las cárceles, cuando he visto las lágrimas de las víctimas, cuando he contemplado y me he solidarizado con la desazón de tanta gente de bien, solamente una palabra me viene a la boca: asco.     


lunes, 2 de mayo de 2011

Un blog polític

Per als que esteu interessats en un nou blog de perfil politic al ambit local, vos dic que s´ha estrenat Populars de Beneixama, on els membres d´aquesta formació expresen les seues inquietuts amb relació a la política del poble. Sempre es bona la pluralitat.

El enllaç es:

http://popularsdebeneixama.blogspot.com/

viernes, 22 de abril de 2011

En torno a la libertad

          Un manifiesto en torno a la censura de lo políticamente correcto:

           "Leer nos hace libres a condición de que podamos elegir los libros que queremos leer y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen para que encajen dentro de las estrechas orejeras con que ellos aprisionan la vida"

          Mario Vargas Llosa

domingo, 10 de abril de 2011

Sobre los orígenes de la leyenda negra


Estoy leyendo, o mejor estudiando, el libro de Carmen Iglesias No siempre lo peor es cierto (Círculo de Lectores, 2008), y aunque aún no he llegado ni a su quinta parte, se que va a convertirse en uno de esos textos de cabecera al que continuamente acudiré gozoso. Además, con sus más de ciento cincuenta páginas de Notas y Bibliografía supone todo un repertorio de referencias a libros históricos esenciales; quien los tuviera y, sobre todo, quien tuviera tiempo para digerirlos convenientemente.  
 
El primer capítulo ESPAÑA DESDE FUERA, es un recorrido sobre la visión que desde otros países y en diferente épocas se tiene de nosotros, referida de manera especial a la archiconocida leyenda negra, esa que para Julián Marías “consiste en que, partiendo de un punto concreto –supongamos que cierto- (pero no siempre, añado yo), se extiende la condenación y la descalificación a todo el país a lo largo de toda su historia, incluida la futura. Esto es lo que se inicia para España desde el siglo XVI y se condena en el XVII y adquiere nuevo ímpetu a lo largo de todo el XVIII y reverdece con cualquier pretexto, sin prescribir jamás”. No prescribe nunca efectivamente, y lo peor es que los propios españoles la hemos interiorizado tanto, la hemos hecho tan nuestra, que parece como una pesada piedra que continuamente tengamos que arrastrar. Los comentarios que solemos oír y decir nosotros mismos en estos tiempos de crisis, los continuos y aburridos discursos que fundamentalmente desde sectores nacionalistas se hacen, o incluso el contenido de algunos artículos que ahora mismo están apareciendo en prensa con motivo del aniversario de la proclamación de la II República, están llenos de referencia que nos llevan a esta visión pesimista, trágica, negra en fin, de nuestro modo de ser. Certero como siempre, según recoge la autora, el hispanista John Elliott apunta que “con frecuencia los españoles esperan siempre lo peor y tienden a desvalorizar su propia historia”.   
   
Según Sverker Arnoldsson en su La leyenda negra. Estudios sobre sus orígenes,  el inicio de estas opiniones adversas sobre España hay que buscarlas en Italia y ni más ni menos a partir de 1282, año en que Pedro III de Aragón conquista Sicilia, y después, en los siglos XIV y XV cuando Alfonso V se hace con Nápoles. Es interesante que, aunque los protagonistas en estos momentos de dichas conquistas son aragoneses y catalanes, las referencias se hacen hacia toda España porque normalmente desde fuera siempre se nos ha visto como una unidad (pág. 51). Esto no es nuevo, después la imagen que de todos los españoles se tendrá desde el extranjero vendrá de Andalucía, con sus castañuelas y sus cantes, pero en fin…, sobresale en esta época la opinión de Petrarca, para quien los soldados españoles son una “Vil estirpe de mercenarios y traidores” (pág. 56). Será pues desde aquella Italia dividida pero con un fuerte sentimiento de superioridad cultural, donde se empiece a fraguar la imagen de avaros y traidores sin escrúpulos referida a los comerciantes catalanes, o de valientes pero crueles con que se ve a los soldados aragoneses y que de forma inmediata se generaliza a la totalidad de los españoles, cualquiera que sea su oficio y su origen, a lo pronto se unirá la injuria de “marranos”, en alusión al origen moro o judío de los hispanos. Con la unión de los reinos bajo la soberanía de los Reyes Católicos, el centro de poder se desplazará paulatinamente hacia Castilla, pero estos estereotipos no solamente siguen sino que irán nutriéndose de nuevos contenidos, fundamentalmente tras el descubrimiento y colonización de América o las guerras de religión en Flandes, en que nuevos motivos comerciales nos enfrentarán a las potencias emergentes de Holanda, Inglaterra o Francia. Será precisamente esta última, con su notable influencia en la cultura europea, quien profundizará definitivamente en esa imagen negativa de la mano de los Ilustrados y fundamentalmente en dos nuevas vertientes: la Inquisición y la decadencia.

Pero como se ha dicho, quizás el mayor mal a partir de esta leyenda negra nos lo hemos hecho a lo largo del tiempo nosotros mismos. Como dice Domínguez Ortiz “Difícil será encontrar otro pueblo que haya acogido con la fruición del español la deformación extranjeriza de su historia” (La sociedad española en el siglo XVIII. 1955).   

lunes, 28 de marzo de 2011

Vencedores y vencidos


Durante las últimas semanas he tenido ocasión de escuchar las lamentaciones de bastantes vecinos de Beneixama tras contemplar como desde el Ayuntamiento se derribaba  la Cruz de la Glorieta. Algunos no podían evitar que los ojos se les humedeciesen, e incluso que alguna lágrima rodase por sus mejillas. Se sentían abatidos, doloridos, humillados. 

La Cruz se levantó en los años cuarenta del pasado siglo, después de una trágica y dolorosa guerra entre hermanos; en el duro enfrentamiento bélico hubo vencedores y vencidos, y los primeros quisieron honrar a sus muertos con ese signo cristiano por todos y cada uno de los pueblos de España. Los segundos, los derrotados, no tuvieron otra alternativa que recordarlos en la silenciosa intimidad de sus hogares. Durante el tiempo que duró el conflicto se dieron episodios heroicos, extraordinarios; hombres y mujeres de ambos bandos derramaron su sangre de forma valiente por unos ideales en los que creían a pie juntillas, de todos ellos hay sobrados motivos para sentirse orgulloso. Pero también hubo escenas execrables, fundamentalmente en las retaguardias de las dos zonas en litigio, no faltaron seres miserables guiados por el fanatismo y la envidia, que aprovecharon la ocasión para asesinar, robar y masacrar a “los otros” sin más motivos que sus creencias diferentes, o su posición social, o viejos conflictos vecinales, o simplemente porque asistían a misa, o llevaban sombrero, o defendían los intereses de los trabajadores en algún sindicato. Solo desde la ignorancia o desde la mala fe, podría aceptarse el maniqueísmo de pensar que los de un bando eran todos buenos y los del otro todos malos.    

Tuvo que pasar tiempo, casi cuatro décadas, para que la inmensa mayoría de la población reconociese que no había más salida que la democracia si se quería vivir en paz, fuesen cuales fuesen las creencias políticas de cada cual y la familia donde cada uno había nacido. En ese momento, en esa transición de un estado totalitario a otro democrático, muchas de las cruces de antaño cambiaron sus dedicatorias para que la honra que expresaban amparase a todos, ese fue el caso de la Cruz de la Glorieta de Beneixama. Sin embargo años después hay quienes se niegan a dar validez a ese espíritu de reconciliación, quienes piensan que es hora de ajustar cuentas, que de nuevo deben haber vencedores y vencidos que compensen la balanza de las afrentas pasadas, pero quizás en su vehemencia no hayan reparado en un detalle esencial, y es que cuando se erigieron las cruces vivíamos, como antes hemos dicho, en un sistema totalitario y hacia pocos meses que la guerra había terminado, y ahora lo estamos en otro democrático bien distinto y la reconciliación ya debería haberse consolidado.   

En el Pleno Municipal celebrado si no recuerdo mal,  el pasado 27 de diciembre de 2010, por cinco votos a favor y cuatro en contra, se decidió que las obras de la Glorieta, derribo de la Cruz incluida, no se llevasen a término hasta tanto no se lograse unanimidad en el proyecto. Esto es la esencia de la democracia: las mayorías tienen la última palabra en caso de desacuerdos, pero el equipo de gobierno en el poder no atendió esa voz democrática y no tuvo empacho alguno en pisotear la decisión mayoritaria e iniciar unas obras a todas luces ilegales, al fraccionar en varios trozos un proyecto que era único y como tal se había tramitado hasta ese momento. Sería curioso leer los informes técnicos de legalidad que consten en el expediente, si es que los hay. La democracia no puede invocarse vanamente, no puede ser que se acepte cuando tenemos la mayoría y se desprecie en el caso contrario. Quien hace eso pierde para siempre su legitimidad política en un sistema como el nuestro.    

Es curioso que la mayor parte de quienes me hicieron partícipe de sus lamentos, expresasen al mismo tiempo la necesidad de llegar a acuerdos, de calmar los ánimos, de normalizar el ambiente del pueblo, mandase quien mandase, tal y como había ocurrido desde finales de los años setenta en que se celebraron las primeras elecciones municipales. Ojalá el episodio de la Cruz no sea más que una triste anécdota en nuestra historia local y en el futuro nuestros representantes en el ayuntamiento sean capaces, no solo de aceptar sin escusas las normas que la democracia nos impone, sino de mantener firme el propósito de la reconciliación y buena convivencia, sin vencedores soberbios ni vencidos humillados.