miércoles, 3 de julio de 2013

Una mirada hacia la economía

Cuando los nuevos datos que aparecen cada día condicionan la percepción global que se tiene de la economía, malo, porque eso significa que nos encontramos en una situación de incertidumbre e inestabilidad extrema, y esto, en lo que toca a las cosas del comer, solo crea desconfianza, y como todos sabemos, no hay peor enemigo para el dinero, entendido como inversiones productivas de riqueza, que el miedo.

Cada vez que aparecen las cifras de paro o del déficit público, cada vez que el Gobierno presenta un nuevo cuadro macroeconómico, en cada nueva rueda de prensa del presidente del Banco Central Europeo o en cada presentación de un informe del Fondo Monetario Internacional, por cierto, increíblemente contradictorios unos con otros, sube o baja la prima de riesgo, sube o baja la bolsa, y las agencias de calificación, por cierto, bastante desprestigiadas con el tiempo, cambian su nota sobre España y sus empresas.

La situación de la que venimos desde hace solamente unos meses es sobradamente conocida: una economía al borde de la suspensión de pagos, una prima de riesgo por las nubes, un sistema financiero con más agujeros de un queso gruyere y un déficit público galopante, aderezado todo ello con una credibilidad internacional por los suelos. Aunque algunas de estas variables no haya mejorado aun, hay que reconocer que las cosas, poco a poco, están cambiando, nuestra inseparable “prima” no baila tanto, el déficit se está controlando, aunque es imposible que mejore sustancialmente si no aumentan los ingresos y esto no sucederá hasta que haya recuperación, y España afortunadamente ya no es el centro de la preocupación económica mundial.

Pero la solución a los problemas aún no está completamente encarada, pese a alguna mejora en las cifras de paro como las conocidas hoy correspondientes al mes de junio, o el increíble cambio de pasar en solo cuatro años de un 10% de déficit por cuenta corriente a un superávit del 2%, las empresas, verdaderas protagonistas en el bienestar económico (cuanto han tardado algunos en darse cuenta), tienen grandes dificultades en su caja, la financiación es escasa y cara comparada con sus competidores europeos, y en esta situación muy pocas se atreven a planificar nuevas inversiones, ocupadas como están en aguantar el tirón y no cerrar, las que han podido resistir hasta ahora. Es pues urgente mejorar el crédito, solo así se creará empleo y este será de calidad. Uno de los factores que más han contribuido a su dramática destrucción es la falta de músculo financiero de nuestras empresas, tenemos algunas muy grandes y muy bien gestionadas, multinacionales con una diversificación de actividades y de zonas geográficas excelente, pero sobre todo muchísimas microempresas sin capacidad de aguantar por sí mismas; será necesario en el futuro una política industrial que favorezca la existencia de medianas empresas con suficiente capacidad de capitalización, y con una presencia consolidada en los mercados exteriores.   

El gobierno no debería cejar en su política de reformas a todos los niveles, estando hundidos como estamos, ahora o nunca. Hacer caso de ciertas voces populistas que piden más gasto sin calibrar las consecuencias (entre otras cosas la salida del euro, como hoy mismo ha reprochado el propio Rubalcaba al portavoz de IU en el Congreso); no adelgazar una Administración mastodóntica y en demasiados casos ineficaz, llena de duplicidades, con unas Comunidades Autónomas convertidas en auténticos reinos de taifas; seguir aumentando los impuestos y por lo tanto mermando aún más la demanda interna; no depurar responsabilidades ni aclarar de una vez por todas la financiación de partidos y otras organizaciones sociales entre otras cosas, serían ocasiones perdidas de las que algún día nos arrepentiríamos.


Soy de la opinión que las crisis son buenas cada cierto tiempo porque ayudan a eliminar ineficiencias, pero las que tienen un carácter tan depresivo como la actual, consecuencia de una etapa de burbujas de toda índole, son realmente devastadoras. Una economía estable no crece tanto en tan poco tiempo como ha sucedido con la nuestra, pero la corrección no produce tampoco tanto dolor. Es en esas economías más estables donde sus datos diarios no se convierten en agitados sobresaltos. Ojalá algún día lleguemos a esa situación.