domingo, 30 de marzo de 2014

domingo, 23 de marzo de 2014

SUAREZ

La noticia del día, como no podía ser de otra manera, es la muerte de Adolfo Suarez. Las televisiones, las radios, los digitales, y mañana los periódicos de papel hablan y hablarán larga y tendidamente del personaje y de su época, de sus amigos, de sus adversarios, de las anécdotas y de las circunstancias vitales normalmente difíciles y tardíamente reconocidas por las que tuvo que transitar, etc.

No pretenden estas líneas apuntar reseñas biográficas que sobradamente podemos encontrar en los medios, pero sí compartir con vosotros un par de reflexiones al hilo de cosas que se han dicho en los especiales de ésta misma tarde.

Apuntaba la periodista Carmen Álvarez de Toledo, muy vinculada a Suarez en la época de la Transición, el triste efecto que le producía contemplar hoy loas y lagrimas de personas que en su momento le hicieron mucho daño. Bueno, como alguien le ha contestado, es lo que tenemos los españoles, llegada la hora del no retorno sabemos enterrar muy bien a nuestros muertos. No creo que sea pecado solamente nuestro, pero desde luego aquí campa a sus anchas.

La muerte del primer Presidente de nuestra democracia está sirviendo por otra parte para hablar de la Transición, así con mayúsculas, porque difícilmente hoy oiremos las consignas en su contra con las que cotidianamente nos saludan toda una caterva de cómodos pseudorevolucionarios que se lo encontraron todo hecho y ahora pretenden sentar cátedra sobre la ignorancia de quienes la hicieron posible. No nos engañemos, por muy progres que parezcan no se trata más que de una versión como otra cualquiera de salvapatrias dispuestos en todo momento a actuar por nosotros. Ni caso.

Quizá el mayor merecimiento de Suarez es haber logrado transitar, y convencer para que otros muchos le acompañasen, desde el centro de poder del régimen de Franco en que se encontraba, hasta la actual democracia liberal, asumiendo principios fundamentales como son la propia democracia, la libertad, el respeto al adversario o, de una manera desacomplejada, la unidad de España, y entendiendo que todos ellos eran piezas de un mismo edificio que se complementaban a sí mismas. Dicen que en pleno proceso constituyente le preguntaba reiteradamente a su ministro de la Presidencia  José Manuel Otero Novas por la marcha de los trabajos de la llamada Carta Magna, y si lo de la unidad de España estaba claro, -Tranquilo Presidente, dicen que le contestaba, está clarísimo en el articulado. Era evidente que por aquel entonces nadie contaba con la deslealtad de los nacionalistas.

Uno de sus mayores y más furibundos adversarios en aquellos momentos fue Alfonso Guerra, hoy ha hablado extraordinariamente bien de él y a la vez ha apuntado un hecho fundamental para que la empresa emprendida entonces llegase a buen fin: participaron las mejores cabezas del país. La cosa hoy, hay que reconocerlo, es distinta, y quitando evidentes excepciones que las hay en todos los partidos, en estos momentos en política hay muchas cabezas que son manifiestamente mejorables, y quizás sea así porque la manera de subir peldaños en la escalera del poder que manejan esos mismos partidos al final acaba por expulsar a los mejores. ¡Cuánto tendríamos que reflexionar sobre esto!


Permitidme para acabar una mención muy cercana, de nuestro mismo pueblo. He recordado esta tarde una foto en la que aparece Adolfo Suarez y quien fue el segundo alcalde democrático en Beneixama, Juan Sarrió. Dos hombres unidos en su momento por sus ideales y finalmente por una penosa enfermedad común. En honor a ellos, y a cuantos como ellos trabajaron para que en nuestra Nación y en nuestro pueblo viviésemos en paz y libertad, vale la pena reconocer el esfuerzo común realizado hasta llegar a donde ahora estamos, y tener la suficiente serenidad y firmeza ante los que frívolamente hablan de “romper el sistema”. No permitamos que nadie nos amargue la vida.