martes, 31 de marzo de 2020

IMPERIOFOBIA y leyenda negra, de Elvira Roca Barea

        Hay que admitir que esto de las controversias entre intelectuales son como un caramelo en dulce para quien le guste dedicar su tiempo a hojear libros, por eso reconozco que he disfrutado con la lectura y casi relectura de Imperiofobia y leyenda negra, de la profesora Elvira Roca Barea. La disputa la ha capitaneado principalmente un José Luis Villacañas al menos tan maniqueo y, me parece a mí, egocéntrico, como aquello que quiere denunciar, pero también la proveniente del diario El País e incluso de mi seguido Pérez Reverte, a quien Barea dedica alguna referencia en su libro cuando menos, como no, provocadora. 

          Imperiofobia no es realmente un libro de historia, al menos no es uno de esos manuales a los que estamos acostumbrados, y no lo es por la manera en que está redactado, provocativa y rompedora, pero es un libro que contiene mucha historia. Empieza con una descripción del término Imperio, y haciendo una distinción que se nos antoja esclarecedora cuando lo contrapone con el de imperialismo; a partir de ahí es como se empieza a comprender mejor la línea argumental de la obra. Trata el concepto Imperio, y enumera de manera clara y convincente las características comunes de todos ellos, con lo que llegamos a la primera sorpresa para quienes hasta el momento no habíamos caído en la cuenta, como es mi caso: hay aspectos comunes con independencia de la época en que se desarrollaron, y para demostrarlo repasa los cuatro grandes imperios de nuestra órbita, los casos de Roma, Rusia, Estados Unidos y finalmente España, para pasar sin solución de continuidad a la leyenda negra que inexorablemente se ha creado en torno a todos ellos, y también a la asombrosa naturalidad con que esos imperios la han asumido, demasiado ocupados en sus propios asuntos como para rebatir unas críticas que finalmente han creado escuela. “Los pueblos imperiales generan una leyenda negra, no por lo que hacen, sino por lo que son…”, dice Barea, una máxima que habrá que tener en cuenta durante la lectura de toda la obra.

          Como es de esperar el libro hace especial hincapié en el Imperio español, y en cierta forma asimila los términos de hispanofobia y leyenda negra, desarrollando un extenso repertorio de manifestaciones de la misma, desde su nacimiento en la Italia Humanista del siglo XIV, pasando por la Alemania de Lutero, Inglaterra y su permanente controversia contra Felipe II, los Países Bajos con su aportación de una sistemática máquina de propaganda, hasta llegar a América, deteniéndose especialmente, no podía ser menos, en el fenómeno de la Inquisición, sobre la que ya hay mucho publicado pero también sobre la que los estereotipos han arraigado con mayor fortuna.

          La última parte del libro, no me atrevo a decir si más o menos interesante que el resto porque todas lo son, comienza con la Ilustración, y no solo la foránea, francesa especialmente, sino con alguna de las consecuencias que la propia tuvo, como el cambio de sentido que Carlos III le daría al Imperio, al convertirlo en un sistema colonial en virtud de las nuevas modas, así como a los perjuicios que ocasionó la expulsión de los jesuitas de América. El siglo XIX con el lento nacimiento del liberalismo, y el nacionalismo y su evolución hasta el racismo científico, nos llevarán a la época contemporánea que la autora cierra primero con una reflexión sobre la perduración actual de la leyenda negra: la “razón de su longevidad es que la leyenda negra mienta una serie de prejuicios que gozan de gran predicamento intelectual, de tal manera que quien se atreve a oponerse a sus tópicos consagrados se arriesga a ser descalificado ideológicamente primero y luego intelectualmente”, y con un epílogo en forma de alegato: “la culpa mayor la tenemos nosotros, porque no fuimos capaces de defender nuestros intereses…. Por eso, para ayudar a poner en claro no el pasado, sino el futuro, se ha escrito este libro”.

         Se entenderá ahora porque he dicho al principio que no estamos en realidad ante un libro de historia, estamos más bien ante una arenga apasionada en la que la autora lanza una y otra vez proclamas que pretenden abrir en canal los conocimientos que tenemos de nuestros anales. Es posible, no lo dudo, que algunos pasajes puedan parecer exagerados, como así también la línea argumental de que casi la historia toda de Europa esté transida por la hispanofobia, sinceramente, no creo que sea así, pero lo cierto es que la manera en que, al menos en mi caso, leeré a partir de este momento esos mismos textos, tendrán un punto crítico que posiblemente ayude a comprender mejor lo avatares de los que los españoles hemos sido protagonistas.