domingo, 22 de agosto de 2021

Leer a Manuel Chaves Nogales

Han tenido que pasar muchos años, demasiados, para que podamos tener en nuestras manos la obra completa de Manuel Chaves Nogales, el periodista y escritor nacido en Sevilla en las postrimerías del siglo XIX, que se tenía por “eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria”. Los cinco tomos que recogen su obra han sido editados en 2020 por Libros del Asteroide; a ellos y a cuantos acometieron la difícil tarea de recopilar todos sus escritos, nuestro más sincero agradecimiento.

 

Hijo de periodista, Nogales encontró el máximo reconocimiento de la profesión a los pocos años de trasladarse con su familia a Madrid, obteniendo los premios más importantes y llegando a dirigir alguno de los periódicos de mayor difusión en la época. Periodista de reportajes, escritor de novelas y relatos cortos, entrevistador de algunos de los personajes más influyentes de su época tanto en el mundo de la política como en el de la cultura, fue testigo directo de la que sin duda sería la época más negra de España y de Europa. Pero pese a todo este bagaje es posiblemente el más desconocido de los autores de su generación, y cuando se lee su obra no es difícil adivinar por qué.   

 

A Chaves Nogales lo conocíamos, quienes lo conocíamos, por su celebre A Sangre y Fuego, sin duda uno de los mejores libros de relatos de la Guerra Civil. Escrito desde su exilio voluntario a principio de 1937, muestra con crudeza la realidad del conflicto desde su “única y humilde verdad”, que no era sino “un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad” que describe, y en la que “Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España”. En un país que mirase su historia con objetividad e inteligencia, sin el eterno rencor de los hunos contra los hotros, la lectura de ésta obra sería obligada en para todo bachiller y su prólogo debería escucharse y comentarse ya en las escuelas. Por desgracia no es nuestro caso. Si el franquismo silenció inmisericorde la obra de Nogales, los historiadores de la nueva “memoria histórica” trabajan incasables por hacernos olvidar lo que no les gusta ni les conviene, como acertadamente advierte Trapiello en uno de los prólogos de la edición.  

 

Cuando vas a enfrentarte a la lectura de casi tres mil quinientas páginas, que son las que reúnen estas Obras Completas, sueles buscar, al menos ese en nuestro caso, aquellas que a primera vista parecen más atractivas, pero he de confesar que, tras leer el primer volumen (1915-1929), es un propósito difícil de cumplir: no hay relato, no hay artículo de periódico, no hay narración que no sea una profundización en los mas íntimos vericuetos del carácter personal de su protagonista, y por lo tanto con el atractivo suficiente para pararse en él. Imprescindibles sus Biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos: el echador de café, el hombre que al morirse se da cuenta de que siempre le faltó ser niño, o la Historia del hombrecito de no nació, nos conmueven y nos invitan a la reflexión por partes iguales, y nos ofrecen perspectivas nuevas, ocurrentes, formas inéditas de escribir un relato. 

 

Manuel Chaves Nogales siempre nos dice la verdad de una manera que además no puede dejar de ser en cierto grado melancólica, y lo hace de forma que es imposible que no nos la creamos porque su relato está basado en evidencias que sutilmente se vuelven irrebatibles, incluso cuando se trata de relatos de ficción, y eso es así porque no se para en las apariencias, en el cascarón que envuelve a cada uno, sino que va al origen de todo, a lo auténtico. Cito de nuevo a Trapiello para advertir que con su lectura Nogales nos empuja a atrevernos a saber, él que se atrevió a contarlo, incluso cuando cruelmente el rojo de la sangre se mezclaba con el azul de la tinta.