sábado, 27 de abril de 2013

Blas de Lezo

Hoy he encontrado un artículo corto pero interesante sobre este marino español que en 1741 infringió una derrota sin paliativos a la fuerza naval británica. Como solía ser constumbre, Inglaterra se ocupó de que la debacle se ocultase en las crónicas históricas, y como también solía y quizás suele ser habitual, el heroe español moriría en la miseria y falto de un reconocimiento que tardaría en llegarle.

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013/04/27/blas-de-lezo-o-la-gran-derrota-que-los-ingleses-han-censurado-119713/



viernes, 26 de abril de 2013

El "problema" de España V


Ramón Menéndez Pidal definirá el carácter de Baltasar Gracián (Belmonte, 1601 – Tarazona, 1658) con tres vocablos: agudeza, ingenio y buen gusto. Este jesuita erudito, bien relacionado, distinguido, sabrá introducir en su literatura culta “el agrio negativismo del pícaro”, consiguiendo novelar un contenido filosófico con la frescura de lo cotidiano. La máxima expresión de todo ello quizás la encontremos en El Criticón, novela simbólica protagonizada por Critilio y Andrenio en la que se describe su peregrinaje por el mundo, alegoría del vivir.

En cuanto a lo que a nosotros nos interesa en esta muestra de la preocupación por España, veamos la opinión crítica que de ella dan los personajes.

“La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera. Topó con España, primera provincia de la Europa. Parecióle tan de su genio, que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todos sus aliados, la estima propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer el don Diego y vengo de los godos, el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción; y todo desde el noble hasta el más plebeyo”.     
Y sigue con su descripción del carácter nacional…

“ No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.
Si; pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan ingeniosos. Son valientes; pero tardos. Son leones, más con cuartana. Muy generosos y aun perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber; pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los extranjeros; pero no estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo; pero de grande ánimo. Son poco apasionados por su patria y trasplantados son mejores. Son muy llagados a la razón; pero arrimados a su dictamen. No son muy devotos; pero tenaces en su religión y absolutamente es la primer nación de Europa odiada por tan envidiada”.

domingo, 14 de abril de 2013

14 de abril


Cada 14 de abril surgen, este año más que nunca, nostálgicos del sistema republicano dispuestos  a fiar en él todos sus anhelos. No entiendo bien como, tras dos monumentales fracasos históricos, haya gente dispuesta a otorgar a ese sistema un potencial regeneracionista de proporciones casi telúricas. En mi modesta opinión creo que el bienestar de la sociedad no depende de la disyuntiva Monarquía o República, sino de otras características sociales. Hay repúblicas imitables en muchos aspectos: Francia, Estados Unidos, Alemania,… y otras manifiestamente mejorables: Irán, Venezuela, Cuba,… Algo parecido sucede con las monarquías; las hay buenas como Dinamarca, Noruega, Reino Unido o Japón, y otras de las que mejor no copiar demasiado: Arabia Saudí, etc.

Pero hoy ya se ha escrito bastante al respecto; por mi parte os brindo un artículo imprescindible entre otras cosas por lo premonitorio que resultó. Se trata de El Dilema, publicado por Ortega y Gasset en el periódico El Crisol el 9 de septiembre de 1931, solo cinco meses después de proclamarse la República.

     Desde que sobrevino el nuevo régimen no he escrito una sola palabra que no fuese para decir directa o indirectamente esto: ¡No falsifiquéis la República! ¡guardad su originalidad! ¡No olvidéis ni un instante cómo y por qué advino! En suma: autenticidad, autenticidad...
     Con esta predicación no proponía yo a los republicanos ninguna virtud superflua y de ornamento. Es decir, que no se trata de dos Repúblicas igualmente posibles -una, la auténtica española, otra, imaginaria y falsificada- entre las cuales cupiese elegir. No: la República en España, o es la que triunfó, la auténtica, o no será. Así, sin duda ni remisión.
     ¿Cuál es la República auténtica y cuál la falsificada? ¿La de «derecha», la de «izquierda»? Siempre he protestado contra la vaguedad esterilizadora de estas palabras, que no responden al estilo vital del presente -ni en España ni fuera de España. (....) No es cuestión de «derecha» ni de «izquierda» la autenticidad de nuestra República, porque no es cuestión de contenido en los programas. El tiempo presente, y muy especialmente en España, tolera el programa más avanzado. Todo depende del modo y del tono. Lo que España no tolera ni ha tolerado nunca es el «radicalismo» -es decir, el modo tajante de imponer un programa-. Por muchas razones, pero entre ellas una que las resume todas. El radicalismo sólo es posible cuando hay un absoluto vencedor y un absoluto vencido. Sólo entonces puede aquél proceder perentoriamente y sin miramiento a operar sobre el cuerpo de éste. Pero es el caso que España -compárese su historia con cualquier otra- no acepta que haya ni absoluto vencedor ni absoluto vencido.
     (... ) Pero en esta hora de nuestro destino acontece, además, que ni siquiera ha habido vencedores ni vencidos en sentido propio, por la sencilla razón de que no ha habido lucha, sino sólo conato de ella. Y es grotesco el aire triunfal de algunas gentes cuando pretenden fundar la ejecutividad de sus propósitos en la revolución. Mientras no se destierre de discursos y artículos esa «revolución» de que tanto se reclaman y que, como los impuestos en Roma, ha comenzado por no existir, la República, no habrá recobrado su tono limpio, su son de buena ley. Nada más ridículo que querer cobrar cómodamente una revolución que no nos ha hecho padecer ni nos ha costado duros y largos esfuerzos. Son muy pocos los que, de verdad, han sufrido por ella, y la escasez de su número subraya la inasistencia de los demás. Una cosa es respetar y venerar la noble energía con que algunos prepararon una revolución y otra suponer que ésta se ha ejecutado. Llamar revolución al cambio de régimen acontecido en España es la tergiversación más grave y desorientadora que puede cometerse. Lo digo así, taxativamente, porque es ya excesiva la tardanza de muchas gentes en reconocer su error, y no es cosa de que sigan confundidos lo ciegos con los que ven claro. Se hace urgentísima una división de actitudes para que cada cual lleve sobre sus hombros la responsabilidad que le corresponde y no se le cargue la ajena.
     Las Cortes constituyentes deben ir sin vacilación a una reforma, pero sin radicalismo -esto es, sin violencia y arbitrariedad partidista-. En un Estado sólidamente constituido pueden, sin riesgo último, comportarse los grupos con cierta dosis de espíritu propagandista; pero en una hora constituyente eso sería mortal. Significaría prisa por aprovechar el resquicio de una situación inestable, y el pueblo español acaba por escupir de sí a todo el que «se aprovecha». Lo que ha desprestigiado más a la Monarquía fue que se «aprovechase» de los resortes del Poder público puestos en su mano. Una jornada magnífica como ésta, en que puede colocarse holgadamente y sin dejar la deuda de graves heridas y hondas acritudes, al pueblo español frente a su destino claro y abierto, puede ser anulada por la torpeza del propagandismo.
     Yo confío en que los partidos (...) no pretenderán hacer triunfar a quemarropa, sin lentas y sólidas propagandas en el país, lo peculiar de sus programas. La falsa victoria que hoy, por un azar parlamentario, pudieran conseguir caería sobre la propia cabeza. La historia no se deja fácilmente sorprender. A veces lo finge, pero es para tragarse más absolutamente a los estupradores.
     Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!»
     La República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo.

Visión actual de España tras la memoria del General Prim

Se estan celebrando en estos momentos actos conmemorativos del Bicentenario del nacimiento del General Prim (1814-1870), natural de Reus. En torno a ellos Ramón Tamames ha pronunciado una conferencia de la que hace un resumen en un artículo que recomiento, porque nos coloca sobre la realidad actual de nuestro pais a la sombra de este militar, protagonista de la Gloriosa de 1868.

http://www.republica.com/2013/04/10/prim-y-la-nacion-espanola-una-vision-desde-el-presente_636345/

miércoles, 10 de abril de 2013

El "problema" de España IV


Si tuviésemos que remontarnos en el tiempo en busca de un autor que de forma clara comenzó a expresar su preocupación por la deriva que la Nación iba tomando, nos encontraríamos posiblemente con Francisco de Quevedo (1580-1645).

Quevedo conocía como pocos los entresijos de las Cortes de Felipe III y Felipe IV, las improvisaciones, las envidias, las ambiciones personales por encima de los intereses generales,…   

Será casi al final de su vida cuando escriba uno de los sonetos más recordados de nuestro Siglo de Oro. En El Desaliento todo parece avisarle de la muerte, pero también se vislumbra el principio del fin del Imperio.

Miré los muros de la patria mía,
Si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
De la carrera de la edad cansados,
Por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el Sol bebía
Los arroyos del hielo desatados;
Y del monte quejosos los ganados,
Que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que mancillada
De anciana habitación era despojos
Mi báculo más corvo, y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada;
Y no hallé cosa en que poner los ojos,
Que no fuese recuerdo de la muerte. 

lunes, 8 de abril de 2013

El “problema” d'Espanya III


Fins quasi al final del segle XIX, l'anomenat “problema” no es referia mai com ara passa, a la pertenença o no d'algún territori a Espanya. Vegem per eixemple que diu Jaume I quant, recordem, encara les regnes de la Corona d'Aragó i Castella no s'havien unit, en el capitol 392 del Llibre dels Fets, a compte de l'ajuda que el Rei demana als seus nobles per ajudar-lo contra els sarraïns de Castella.

“… creiem certament que ningú no podria trobar això malament, ja que nós ho fem, en primer lloc per Déu, en segon lloc per salvar Espanya, i en tercer lloc per tal que nós i vosaltres guanyem bona fama i gran nom per haver salvat Espanya. I per la fe que devem a Déu, ja que els de Catalunya, que és el millor regne d'Espanya,…”


Com diu Jaume Vicens Vives en Noticia de Catalunya, referint-se als cronistes medievals, "Cap cronista dubta mai en utilitzar els noms d´Espanya i espanyol en sentit geogràfic, històric o politic". 
Jaume I. Llibre dels Fets

sábado, 6 de abril de 2013

El "problema" de España II

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol.
Si os alaba Inglaterra, será inglés, 
si os habla mal de Prusia, es un francés, 
y si habla mal de España, es español.

Joaquín María Bartrina y Aixemús. Poeta
(Reus, 1850 - Barcelona 1880)

jueves, 4 de abril de 2013

El "problema" de España

Quizás sean pocas las naciones que, como la nuestra, hayan dedicado tanto esfuerzo intelectual en intentar definirse. Son innumerables los pensadores, historiadores, poetas,... que han construido parte de su obra en torno a ésta, no sabemos, si útil tarea. Para quienes les interese adentrarse en el "problema" de España, les propongo una serie de Puntillas y Puntazos, a partir de las que promover la reflexión.   

"La ola de nacionalismo político que levantó la gran Revolución en toda Europa -y que en España se concretó en la Constitución de 1812- no podría explicarse, por tanto, a la manera de los románticos (o de los neorrománticos catalanes, vascos o gallegos de nuestros días) como un impulso procedente del "amor a las propias culturas nacionales", o bien al "despertar del genio o espíritu de cada pueblo", sino como un proceso de las clases emergentes en lucha con las clases dominantes del Antiguo Régimen. Una lucha de clases que simultáneamente quedará involucrada en una dialéctica de Estados, que constituye el argumento sangriento de la gloriosa historia política y social de los siglos XIX y XX".  

Gustavo Bueno. Filósofo
en "España no es un mito"



lunes, 1 de abril de 2013

Serenidad ante el futuro

"Si tiene remedio, ¿porqué te quejas? Si no tiene, ¿porqué de quejas?"

Proverbio oriental