Ramón Menéndez Pidal definirá el carácter de Baltasar Gracián
(Belmonte, 1601 – Tarazona, 1658) con tres vocablos: agudeza, ingenio y buen
gusto. Este jesuita erudito, bien relacionado, distinguido, sabrá introducir en
su literatura culta “el agrio negativismo del pícaro”, consiguiendo novelar un
contenido filosófico con la frescura de lo cotidiano. La máxima expresión de
todo ello quizás la encontremos en El
Criticón, novela simbólica protagonizada por Critilio y Andrenio en la que
se describe su peregrinaje por el mundo, alegoría del vivir.
En cuanto a lo que a nosotros nos interesa en esta muestra
de la preocupación por España, veamos la opinión crítica que de ella dan los personajes.
“La Soberbia,
como primera en todo lo malo, cogió la delantera. Topó con España, primera
provincia de la Europa. Parecióle tan de su genio, que se perpetuó en ella.
Allí vive y allí reina con todos sus aliados, la estima propia, el desprecio
ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer el don Diego y vengo de
los godos, el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la
gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción; y todo desde el
noble hasta el más plebeyo”.
Y sigue con su descripción del carácter nacional…
“ No me
puedes negar que son los españoles muy bizarros.
Si; pero de
ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos; no tan ingeniosos. Son
valientes; pero tardos. Son leones, más con cuartana. Muy generosos y aun
perdidos. Parcos en el comer y sobrios en el beber; pero superfluos en el
vestir. Abrazan todos los extranjeros; pero no estiman los propios. No son muy
crecidos de cuerpo; pero de grande ánimo. Son poco apasionados por su patria y
trasplantados son mejores. Son muy llagados a la razón; pero arrimados a su
dictamen. No son muy devotos; pero tenaces en su religión y absolutamente es la
primer nación de Europa odiada por tan envidiada”.