miércoles, 10 de abril de 2013

El "problema" de España IV


Si tuviésemos que remontarnos en el tiempo en busca de un autor que de forma clara comenzó a expresar su preocupación por la deriva que la Nación iba tomando, nos encontraríamos posiblemente con Francisco de Quevedo (1580-1645).

Quevedo conocía como pocos los entresijos de las Cortes de Felipe III y Felipe IV, las improvisaciones, las envidias, las ambiciones personales por encima de los intereses generales,…   

Será casi al final de su vida cuando escriba uno de los sonetos más recordados de nuestro Siglo de Oro. En El Desaliento todo parece avisarle de la muerte, pero también se vislumbra el principio del fin del Imperio.

Miré los muros de la patria mía,
Si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
De la carrera de la edad cansados,
Por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el Sol bebía
Los arroyos del hielo desatados;
Y del monte quejosos los ganados,
Que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que mancillada
De anciana habitación era despojos
Mi báculo más corvo, y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada;
Y no hallé cosa en que poner los ojos,
Que no fuese recuerdo de la muerte.