miércoles, 16 de julio de 2014

Partes de guerra. Ed. de Ignacio Martínez Pisón


     Ya nos hemos referido a la prevención con que siempre conviene mirar al subgénero de la historia novelada. Efectivamente, no hay mejor manera de penetrar en el intramundo de una determinada época que a través de buenas novelas, pero si estas no tienen el nivel necesario, también es la mejor manera de perder el hilo de los acontecimientos tal y como realmente ocurrieron. Si en vez de novelas hablamos de cuentos, lo mismo pero aún más peligroso, porque el cuento no es sino la descripción de un hecho de manera encapsulada, donde muchas palabras pueden faltar pero ninguna ha de sobrar, y esa una debe ser precisamente la justa, ni más ni menos.

     Digo todo esto para referirme al libro Partes de guerra, en edición y selección de Ignacio Martínez Pisón (RDA Libros, 2009), publicado como tantos otros al rebufo del setenta aniversario de la finalización del conflicto, que contiene un total de treinta y cinco cuentos sobre la guerra civil española, ordenados de manera cronológica no por la fecha en que fueron escritos sino por los acontecimientos a que se refieren, dentro de los casi tres años que duró aquella.  

     Es cierto que el nombre de los autores: Matute, Chaves Nogales, Aldecoa, Delibes, García Serrano, Manuel Rivas, etc., que firman sus respectivos relatos, debería ser garantía de calidad, aunque tras su lectura nos parezca que no necesariamente sea así en todos los casos, sin embargo en su conjunto sí que llega a ofrecer esa cualidad de penetración en los sentimientos de los personajes y en las más significativas características de los acontecimientos a que se refiere, y donde lo de menos es en cual de las dos zonas se sitúan, sino como sus protagonistas sintieron la llamada a la defensa de sus ideales, o el insoportable “castigo del hambre”, el miedo paralizante “por la prisión o el fusilamiento”, la angustia ante un encuentro desafortunado que intenta solventarse con un desesperado “¡Soy de los vuestros!”, o el desgarrador grito del niño hacia su idolatrado maestro súbitamente convertido en “traidor y criminal”.    

     El miedo, la desolación, el hambre, la traición, el odio,… ingredientes abundantes en cualquier guerra, aparecen en cada relato en boca de personajes anónimos, de los que no deciden nada pero lo sufren todo, logrando en muchos casos el íntimo mimetismo del lector que certifica de esa forma la calidad del texto
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     En las guerras ya se sabe: “En el casco de la ciudad las bombas de los aviones hacen carne siempre. Cuando en una camilla llevan a una pobre muy despanzurrada o a un niño que ya no es más que un revoltijo de trapos y sangre, la muchedumbre de curiosos se siente estremecida por el horror”. En la medida en que los textos nos resulten prácticamente indiferentes o por el contrario consigan hacer brotar un principio de frio sudor en nuestras frentes, el autor habrá acertado, o no, en el uso de sus instrumentos literarios. En líneas generales, la elección de cuentos seleccionada por Pisón cumple el fin.