lunes, 4 de abril de 2016

El "problema" de España XIV

          Larra es, junto a Espronceda y Zorrilla, el máximo representante del romanticismo español. Hijo de padre afrancesado sufrió de niñez el destierro, pero cuando volvió a España lo hizo con plena conciencia de que pese a todo, éste era su sitio. El escritor romántico representa la genuina corriente hiperautocrítica que tanto ha fructificado entre nosotros. Para la Generación del 98, Larra será de los primeros en sentir la “angustia española” que produce el ansia de regeneración no satisfecha. Como pocos, tendrá una idea clara sobre lo que se debe hacer, y sufrirá por los obstáculos, por el peculiar carácter, por los intereses que impiden que la sociedad española se transforme como debiera.   

          Vemos como Larra critica alguno de los vicios perennes del español. Lo hace en muchos de sus artículos publicados en El pobrecito hablador:

          “Los aduladores de los pueblos han sido siempre, como lo aduladores de los grandes, sus más perjudiciales enemigos; ellos les han puesto una venda en los ojos, y para usufructuar su flaqueza les han dicho: lo sois todo.”… “…el deseo de contribuir al bien de nuestra patria nos ha movido a decir verdades amargas”. Todo un antecedente del “amo a España porque no me gusta”, que exclamarán muchos regeneracionistas del siguiente siglo. O también “La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa en la gran causa oculta: es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas”.  

          Pero Larra además, será testigo del nacimiento de una de las peores herencias que el fallido siglo XIX nos dejará, el de las dos Españas; lo dice en su famoso El día de difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio:

          “Aquí yace media España: murió de la otra media”. “Aquí el pensamiento reposa, en su vida hizo otra cosa