domingo, 29 de mayo de 2016

El "problema" de España XV

          En este apartado estamos asomándonos a la reflexión intelectual que en distintas épocas se ha hecho sobre los males de nuestra patria, por ello consideramos apropiado incluir el razonamiento de un historiador como Jaume Vicens Vives, a cerca de la relación que Cataluña ha tenido con el resto de España, comentario que aunque hecho hace varias décadas, no deja de tener actualidad, habida cuenta del conflicto territorial que en estos momentos nos conmueve.

          Se refiere a la importancia que desde el siglo XII tuvo en las ciudades catalanas más vinculadas al comercio el nuevo tipo de gobernantes que el autor denomina “prohombres” o “ciudadanos honrados”, y como un anacronismo histórico ha tenido tanta pervivencia merced a las reformulaciones históricas del romanticismo. Lo saco de su ensayo Noticia de Cataluña, del que próximamente hablaremos.

           "…Había que defender el reducto por el reducto, en un juego que calificaríamos de ingenuo si no hubiéramos despilfarrado tantos entusiasmos, tanto dinero y tanta sangre.

          El complejo de inferioridad ante la nobleza se tradujo, en cuanto menguó la influencia de la oligarquía feudal, en un sentimiento análogo respecto a la monarquía. Éste es un punto importante, sobre el que voy a extenderme largamente en todo un capítulo. Digamos desde ahora que los prohombres catalanes, como otras minorías del patriciado urbano, no comprendieron el Estado del Renacimiento, y que incluso bajo reyes catalanes propios los ciudadanos honrados habrían considerado la monarquía cesarista como un arte diabólico que debía combatirse. Y ello porque toda su concepción política descansaba en un mecanismo defensivo que, si lograba detener los impulsos de la realeza, no ofrecía otra salida que la de ir enredando la madeja de leyes, privilegios y constituciones, en la que poco a poco se ahogaban el sentido de las proporciones políticas, la sutileza diplomática y la destreza para maniobrar en el momento oportuno sin cambiar revolucionariamente la suerte del país. Para desgracia pública, los historiadores y juristas románticos alabaron este aspecto negativo del comportamiento político de la burguesía catalana medieval, y acostumbraron a las generaciones presentes a pensar como las del siglo XIII. Hay que decir que hemos pagado a alto precio este anacronismo político, orientado por una lado a menospreciar el Estado y por el otro a atizarlo continuamente con nuestras críticas, sin intentar una labor de profunda infiltración en sus puestos de mando”.    

domingo, 22 de mayo de 2016

Opiniones

          "La democratización absoluta del pensamiento, el arte, la riqueza y la política en una utopía, como ha demostrado, de forma manifiesta, el ejemplo de la Unión Soviética.

          Una minoría creadora se adscribe, necesariamente, a una clase social determinada, que comparte, debido a las tendencias económicas e intelectuales de sus miembros, su impulso renovador y su éxtasis profético, y a la vez le ofrece los medios de acción para concretarlos en el terreno de la realidad."

Noticia de Cataluña (1954). Jaume Vicens Vives

domingo, 1 de mayo de 2016

Comentarios sobre la economía valenciana, hoy.

El último número de Papeles de Economía Española, editado por Funcas (una de las pocas cosas buenas que quedan del casi extinto entramado empresarial conformado por las Cajas de Ahorros), tiene el voluntarista título de “Las Comunidades Autónomas dispuestas a crecer”. En él se hace un repaso siquiera somero, de las principales características y circunstancias económicas en que se encuentran las distintas autonomías de nuestro país, después de atravesar la durísima crisis económica que aún colea. El referido a la Comunidad Valenciana lo firman los profesores Salvador Gil Pareja, Rafael Llorca Vivero y Andrés J. Picazo Tadeo. Vale la pena detenernos en sus reflexiones.

Históricamente Valencia, las tres provincias que forman la Comunidad, se ha caracterizado por tener un nivel de vida superior a la media nacional, situación que tiende a converger en la década de los sesenta del pasado siglo, pero que desde entonces ha seguido un camino negativo hasta situar la renta per cápita valenciana en 2014, en el 87’9 por cien respecto a dicha media. El estudio se centra en el periodo 2000-2014, y encuentra como causas por una parte el aumento de la población (en una tasa anual del 1’3%, pero que hasta el 2007 fue del 2’4%) y en una caída del dinamismo económico. Por su parte el PIB regional en términos reales fue para el mismo periodo del 1’1% de media anual, con un fuerte incremento hasta el 2007, pero con una caída desde el 2008 superior en seis décimas en Valencia respeto a la media nacional. En cuanto al empleo entre 2000-2007 el crecimiento fue en España del 3’5% anual frente al 3’7% de Valencia, mientras que entre 2008-2014 la tasa nacional fue del -2’7% frente al -3’5% de la valenciana, hecho que curiosamente contribuyó al aumento de la productividad por puesto de trabajo, pero no por méritos ganados sino por una simple disminución del divisor a causa de la pérdida de puestos de trabajo. Ante éstos acontecimientos se ha generado en distintos ámbitos, un lógico debate a cerca de la necesidad o no de introducir modificaciones en el modelo económico valenciano, en el que participan los autores del estudio, y que nos obliga a estar alerta sobre medidas que podrían nacer de la improvisación que suele acompañar al adanismo propio de muchos dirigentes políticos. Es innegable que si el modelo económico es poco productivo, como se deduce en el estudio, las dos primeras medidas que se nos ocurren serían aumentar la cualificación de la mano de obra e impulsar una potente política tecnológica, pero esto solo es posible a largo plazo, y más si tenemos en cuenta la depauperada situación en que se encuentran las arcas públicas, que podrían ayudar en este sentido.  

El estudio utiliza un acertado modelo matemático que, pese a su simplicidad y el uso de pocos parámetros estadísticos, pone adecuadamente en relación la estructura y el crecimiento económicos, comparando los datos de Valencia, Madrid, Cataluña y la media española, y de donde se deduce que solamente en la agricultura y la construcción la productividad valenciana es mayor o parecida a la madrileña o catalana, en tanto que en la industria y los servicios es notoriamente inferior, con el agravante de que nueve de cada diez trabajadores valencianos lo hacen en estos dos últimos sectores. La primera conclusión, importante, del trabajo es que no es tanto un problema del modelo económico, que se considera básicamente aceptable, sino más específicamente de la baja productividad del trabajo.   

En las conclusiones los autores apuntan unas medidas, todas ellas acertadas aunque quizás insuficientes, para revertir la situación, comenzando por una básica que suele aparecer en muchas encuestas elaboradas por los Colegios de Economistas de la región, y es modificar incrementándola, la reducida dimensión media de las empresas valencianas: el 52’7% son autónomos sin trabajadores, mientras que solo un 0’1% tienen entre 200 y 999 asalariados, unos datos que nos distancian sensiblemente de Cataluña y sobre todo de Madrid. Como se pone de manifiesto, a mayor dimensión empresarial más posibilidades de acceso a economías a escala, a mejor financiación, mayor capacidad para la investigación, el desarrollo y la innovación, más estabilidad y mejor formación y cualificación de los empleados, mayor acceso a los mercados internacionales, menor vulnerabilidad ante situaciones de crisis, y tras todo ello, mejora en la productividad del trabajo y en el nivel de vida general de la sociedad. Las facilidades a la concentración de empresas, tanto mercantiles como cooperativas, etc., y la atracción de nuevas inversiones foráneas que promoviesen este fin deberían ser preocupaciones prioritarias de quienes tienen las responsabilidades de gobierno.

Pero también entre las conclusiones figuran el aumento formativo, tanto en las propias empresas como en un sistema educativo atento a las necesidades laborales de las empresas; el impulso de una política tecnológica promovida tanto desde el sector público como desde el privado en estrecha relación; una mejora en las infraestructuras que faciliten la salida de los productos hacia sus mercados naturales (corredor mediterráneo, mejor en la conexión ferroviaria con Teruel y norte de España, etc.), y algo que sí pueden hacer desde los estamentos políticos como es una fuerte simplificación de las medidas regulatorias y en la burocracia administrativa, así como, añadimos nosotros, una legislación clara y estable que de confianza a los inversores eximiéndoles de cualquier atisbo de inseguridad jurídica, completado con una unificación legislativa hasta donde sea posible, en las disposiciones no ya de las distintas autonomías, sino de los propios municipios, cuyas ordenanzas urbanísticas e industriales en ocasiones parecen más propias minúsculos reinos de Taifas que de poblaciones de un mismo país.