En
este apartado estamos asomándonos a la reflexión intelectual que en distintas
épocas se ha hecho sobre los males de nuestra patria, por ello consideramos
apropiado incluir el razonamiento de un historiador como Jaume Vicens Vives, a
cerca de la relación que Cataluña ha tenido con el resto de España, comentario
que aunque hecho hace varias décadas, no deja de tener actualidad, habida
cuenta del conflicto territorial que en estos momentos nos conmueve.
Se
refiere a la importancia que desde el siglo XII tuvo en las ciudades catalanas
más vinculadas al comercio el nuevo tipo de gobernantes que el autor denomina “prohombres” o “ciudadanos honrados”, y como un anacronismo histórico ha tenido tanta pervivencia merced a las reformulaciones históricas del romanticismo. Lo saco de su ensayo Noticia de Cataluña, del que
próximamente hablaremos.
"…Había que defender
el reducto por el reducto, en un juego que calificaríamos de ingenuo si no
hubiéramos despilfarrado tantos entusiasmos, tanto dinero y tanta sangre.
El complejo de
inferioridad ante la nobleza se tradujo, en cuanto menguó la influencia de la
oligarquía feudal, en un sentimiento análogo respecto a la monarquía. Éste es
un punto importante, sobre el que voy a extenderme largamente en todo un
capítulo. Digamos desde ahora que los prohombres catalanes, como otras minorías
del patriciado urbano, no comprendieron el Estado del Renacimiento, y que
incluso bajo reyes catalanes propios los ciudadanos honrados habrían
considerado la monarquía cesarista como un arte diabólico que debía combatirse.
Y ello porque toda su concepción política descansaba en un mecanismo defensivo
que, si lograba detener los impulsos de la realeza, no ofrecía otra salida que
la de ir enredando la madeja de leyes, privilegios y constituciones, en la que
poco a poco se ahogaban el sentido de las proporciones políticas, la sutileza
diplomática y la destreza para maniobrar en el momento oportuno sin cambiar
revolucionariamente la suerte del país. Para desgracia pública, los
historiadores y juristas románticos alabaron este aspecto negativo del
comportamiento político de la burguesía catalana medieval, y acostumbraron a
las generaciones presentes a pensar como las del siglo XIII. Hay que decir que
hemos pagado a alto precio este anacronismo político, orientado por una lado a
menospreciar el Estado y por el otro a atizarlo continuamente con nuestras
críticas, sin intentar una labor de profunda infiltración en sus puestos de
mando”.