domingo, 12 de junio de 2016

NOTICIA DE CATALUÑA, de Jaume Vicens Vives

Jaume Vicens Vives fue sin duda uno de los más influyentes historiadores de toda una generación, la que va desde mediados de los años treinta del pasado siglo, hasta 1960, año de su temprana muerte. Durante este tiempo protagonizará, en abierta discusión con Rovira i Virgili y Ferran Soldevila, una línea revisionista de la historiografía romántica catalana que intentará replantearse la dialéctica Cataluña-Estado desde el punto de vista de lo que fue, en abierto antagonismo a lo que pudo haber sido, tan profusamente argumentado desde aquella parte del Ebro en lo que respecta fundamentalmente al periodo que comienza con el fin de la Guerra de Sucesión y la entronización de la dinastía borbónica. Represaliado primero por el franquismo, conseguirá pronto, en la misma década de los cuarenta, cátedra primero en Zaragoza y después en Barcelona, y desde luego tras su muerte no se librará de una crítica feroz por parte de sectores nacionalistas (él también lo fue, moderado), que como suele ocurrir en tantos casos, confundieron la critica a su obra con la de su persona; sin ir más lejos Fuster llegará a llamarle “españolista provinciano” o “vocero del regionalismo burgués”, todo un ejemplo de razonamiento académico. 

Es en este contexto en el que escribe Noticia de Cataluña, publicada en 1954, y desde luego, si no fuera por el resto de su obra, nadie diría que Vicens no es un abierto propagandista de las más paradigmáticas virtudes catalanas cuya exposición responde a lo que él mismo llama “eterna llamada de su sangre”, porque el ensayo, que desde nuestro personal punto de vista no pretende ser tanto histórico como sociológico, no es sino una exposición metafísica del esencialismo catalán, como por otros tantos autores lo ha sido del castellano o del español en su conjunto.   

El libro contiene valiosísimas reflexiones sobre el pasado, pero fundamentalmente sobre la personalidad, la manera de ser de los catalanes a lo largo de la historia y su relación con el resto de los habitantes de la península, pero también es ahí donde se encierran algunos de sus más clamorosos defectos, como la elevación, en palabras de Ricardo García Cárcel, a la categoría de “arquetipos antropológicos” por ejemplo del seny y la rauxa, del sentido común frente a la violenta pasión irreflexiva, cuyo origen estaría en la menestralía temprano medieval, desde la que invariablemente habrían guiado por pasos del pueblo catalán más allá de las peculiaridades de cada época.   

Vives enfatiza por ejemplo el hecho de la importancia originaria en la Marca Hispánica en el carácter “comerciante” sin atender que esa misma peculiaridad pueden tenerla valencianos o andaluces por la influencia fenicia, o del arraigo de la masía y la tierra de los catalanes que formaría una “subestructura social” que llega hasta nuestros días, como si lo mismo no fuese característico de cualquier otra parte de la península. Éste carácter particularista, étnico, que concede desde nuestro punto de vista una excesiva importancia por ejemplo a la burguesía catalana en su empeño, siempre por lo visto frustrado, de modernizar España, o al consabido componente pactista catalán, sin caer en la cuenta de que en muchas ocasiones lejos de una virtud puede tratarse de un defecto, por cuanto significa que nada se hace por la colectividad común hispánica, si no es a cambio de algo, es lo que desde nuestro punto de vista convierte el ensayo en un estudio laudatorio excesivamente particularista (“Tan pronto como nos ponemos a trabajar de firme, desbordamos las posibilidades mentales de los castellanos…”), diferenciador pero no comparativo (¿no hay pactismo en las Cortes de Aragón o Valencia, o de la propia Castilla, cada vez que el monarca de turno reclama fondos para una guerra a cambio de nuevos privilegios, nuevos “fueros” a favor de una determinada clase social?), y no solamente con respecto a las virtudes, sino también a los defectos que enumera, como el individualismo o la propia rauxa, tan característicos en cualquier otro sitio.   

Pero al lado de esto, también reconoce Vicens el daño de la historiografía romántica en cuanto ha sido base de posicionamientos posteriores meramente políticos, o la apropiación que se ha hecho por una parte, de la totalidad de la obra de la Corona de Aragón, o la falta de entendimiento de lo que suponía el nuevo mundo surgido del Renacimiento.

Sea cual fuere la reacción que en cada cual provoque la lectura del ensayo, creemos esencial su estudio, y no solamente porque nos hable de lo que fue y del porqué fue de una manera determinada, sino porque nos muestra una perspectiva muy común al abordar la relación siempre complicada entre Cataluña y el resto de España, y no podemos entender muchas cosas sin atender primero a esa visión particular del problema.