Estos días hemos sabido que una asociación privada llamada Institut d’Estudis de les Valls de la
Mariola, por lo que se ve de marcado cariz nacionalista, ha presentado ante
la Dirección General de Administración Local de la Generalitat Valenciana una solicitud
para que Biar, Beneixama, Cañada y Campo de Mirra, cambien su actual comarca de
l’Alt Vinalopó por la de l’Alcoià, con vistas a la futura ley de
comarcalización ahora en proyecto. Por lo que sabemos la petición contiene un
Manifiesto en el que la entidad resume sus argumentos básicos, a saber: una
relación especial con los pueblos de l’Alcoià, la lengua habitual como factor
determinante, mejores perspectivas económicas y de progreso, y el acuerdo
firmado en 1244 en el Tractat d’Almizra por las Coronas de Aragón y Castilla que
nos convertía en pueblos de frontera con el futuro Reino de Murcia.
Vaya por delante el más absoluto convencimiento a cerca de
la importancia de las Comarcas, primero por el sentido de pertenencia, arraigo y
convivencia que persiguen, pero fundamentalmente por las ventajas funcionales que
ofrecen a sus habitantes. Sin ánimo de contradecir las opiniones de esa
asociación, las consecuencias que un cambio de adscripción como el propuesto
pueden provocar hace imprescindible que haya un cierto debate, hasta ahora
inexistente, en el que se tengan en cuenta otras variables además de las
expuestas, que nos ayuden a formar una mejor opinión. Ese es el modesto
propósito de estas líneas.
Es cierto que el Tractat d’Almizra fijó en 1244 la frontera
sur del nuevo Reino de Valencia en la conocida línea Biar-Xixona-Busot, pero
también que con la sentencia de Torrellas de 1304 y el acuerdo de Elx de 1305,
parte del Reino de Murcia pasaría a Valencia, Villena y Sax incluidas, hasta que
medio siglo después estas dos ciudades vuelvan a Castilla. A partir de ahí toda
una serie de acontecimientos históricos han ido modulando la forma en que nos
hemos organizado: los quarters para la
recaudación del llamado tall de drap, la
división en Gobernaciones de la época foral, los sucesivos proyectos tras la
abolición de los fueros en 1707, la división provincial inspirada en el
pragmatismo liberal de Javier de Burgos de 1833, la incorporación definitiva de
Villena y Sax a la provincia de Alicante de 1836, los partidos judiciales y la
ordenación de los servicios administrativos a partir de 1900, …. y así un largo
etcétera que lo que nos indica es que la organización del territorio siempre ha
estado condicionada a las circunstancias del momento, y a esas circunstancias
se ha ido adaptando.
Por lo que respecta a la concreta división comarcal, el
primer proyecto data del no tan lejano 1933 y se debe a Felip Mateu i Llopis en
el cual Biar, Beneixama, Campo de Mirra y Cañada, junto con Villena y casi
veinte pueblos más, quedaban incluidos en la comarca de Elche. Tras esta, otras
ocho propuestas que sepamos, han intentado armonizar historia, lengua, cultura
y pragmatismo en el diseño de sendos mapas comarcales del antiguo Reino de
Valencia. Al menos en nuestro caso nunca lo han logrado a gusto de todos,
aunque los más criticados quizás sean los que, dando la espalda a las
necesidades cotidianas, marcaban la línea atendiendo simplemente a la lengua
que hablaba cada población.
Nadie niega la importancia de la historia, la cultura o la
lengua en la formación de las comarcas, pero la pregunta es doble, ¿quién elige
el momento histórico al que más nos conviene parecernos en la actualidad?, ¿hay
que anteponer acontecimientos lejanos a la calidad de vida de los habitantes
actuales? El actual Alt Vinalopó concentra en Villena, lógico siendo la
población mayor y cabecera de Comarca, servicios a los que todos acudimos y que
nos resultan relativamente cercanos, la población más alejada es Beneixama y
está a once kilómetros. En el ámbito sanitario el Centro de Especialidades que
se completa con el Hospital de Elda; allí están también los Juzgados; la
Administración de Hacienda donde presentamos las declaraciones tributarias; el
Instituto Nacional de la Seguridad Social donde solicitamos prestaciones como
la jubilación, las incapacidades, auxilios familiares, etc.; allí está también
la Oficina Comarcal Agraria donde anualmente acuden decenas de agricultores a
tramitar por ejemplo las ayudas del Pago Único. Allí está la Comunidad General
de Usuarios que engloba las numerosas Comunidades de Regantes de la zona y con
las que compartimos la preocupación de tener un mismo acuífero sobreexplotado;
allí está la depuradora de aguas residuales donde vertemos, organizados en
Mancomunidad, las poblaciones de Beneixama, Campo de Mirra, Cañada y Villena. Allí
están las estaciones de ferrocarril y de AVE, así como la autovía del
Mediterráneo, infraestructuras de vital importancia para el desarrollo
económico y social de toda la zona y que al final suponen una comunidad de
intereses. Allí está el Conservatorio de Música, imprescindible para los alumnos
de las poblaciones menores. También la mayoría de las Asociaciones de carácter
social como APADIS, el Centro de Día de enfermos de Alzheimer, la Unidad de
Conductas Adictivas, la unidad para la aplicación de la Ley de Dependencia, que
es un servicio mancomunado, y un largo etcétera, que tienen carácter comarcal y
perciben financiación precisamente por atender a los usuarios de la Comarca.
Sin menospreciar a nadie ni a nada, ¿de verdad puede alegarse que nuestra
relación es mayor con las poblaciones de l’Alcoià que con las de l’Alt
Vinalopó?, ¿facilitaría cambiar estos servicios que los tenemos tan cercanos
por otros más alejados y además con peores comunicaciones?, ¿somos menos
valencianos por el hecho de resolver muchos de nuestros problemas cotidianos en
Villena?
Hay quien pretende tranquilizarnos diciendo que el cambio de
Comarca sería solo nominal, que no tendría efectos sobre nuestro día a día, que
todo seguiría igual pero, si eso es así, ¿para qué sirve una Ley de
Comarcalización si al final precisamente las Comarcas quedan vacías de
contenido? Hay decisiones que deben pensarse con sosiego porque antes o después
tienen consecuencias, y desde luego nunca es conveniente que otros decidan por
uno mismo, y menos cuando nadie les ha otorgado mandato alguno.