Muchas palabras cambian de
significado con el paso del tiempo y a muchos hechos los llamamos de manera diferente
a como lo hacíamos antes, son modas que, como en todo, también afectan al
vocabulario. Es lo que ocurre con la expresión “respeto a la diversidad”, el
hecho no es nuevo, por mucho que algún ingenuo, cargado con la siempre estúpida
mochila del adanismo lo pretenda, pero sí la forma de nombrarlo, y ello,
apuntemos anticipadamente, muy en línea de lo que se ha venido a llamar lo políticamente
correcto. Veamos.
Diversidad es para cada uno de
nosotros aquello que uno no es: si yo soy blanco, quien es negro, o gitano, o
asiático, mes es diverso; si yo soy homosexual, aquel que es heterosexual me es
diverso; si yo camino con normalidad, alguien que necesite para desplazarse una
silla de ruedas, me es diverso, y así cualquier diferencia física o psíquica
que se nos ocurra. Mostrar respeto, hacia las personas diferentes en realidad
es lo que toda la vida hemos llamado educación, una palabra de amplio significado,
que incluye mostrar empatía en la relación social, y ciertas normas de
urbanidad que siempre mejoran el trato con el prójimo. Reconozco que, si puedo
elegir, prefiero las palabras antiguas para referirme a las “cosas”, aquellas que
ofrecen un significado claro, después de haber pasado el filtro de gustos pasajeros.
Cuando decimos educación, envidia, maestro, crimen, caridad, sacrificio, …
sabemos de qué estamos hablando, sin necesidad de aclaraciones subjetivas. Es
lo que ocurre en mi opinión con “respeto a la diversidad”, que si necesita de esas
aclaraciones, porque… ¿todo lo diverso es respetable? Para llegar a alguna conclusión
bueno será seguir con los ejemplos referidos, y ello, sin necesidad de profundizar
demasiado para el propósito que nos ocupa.
Durante el presente siglo todo
hace pensar que la raza humana, o una parte geográfica, política o social de
ella, evolucione exponencialmente a través de la manipulación del ADN, hasta
lograr un grupo de “super humanos”, que someterán más si cabe, a aquellos otros
humanos “no mejorados”. No se trata de meras suposiciones sino de conjeturas
científicas ciertas, y aunque el primer propósito público sea sin duda bienintencionado,
no podemos obviar los riesgos; como nos advierte Stephen Hawking en su libro
póstumo Breves respuestas a las grandes preguntas, “No podemos ver la
posibilidad de curar las enfermedades de las neuronas motoras, como mi ELA, sin
vislumbrar sus peligros”. Es algo que por otra parte ya intentó en su momento,
con gran escándalo mundial, el régimen nazi, y que ahora sin embargo nos parece
prometedor. Pues bien, llegado el caso, que llegará, ¿deberemos ser respetuosos
hacia una nueva raza clónica, que nos domine y nos sojuzgue, por el hecho de
sernos diversa?
Una opción sexual,
históricamente practicada es la de la pederastia, la inclinación erótica hacia
los niños y el abuso sexual que se comete con ellos, de hecho, la propia
palabra viene del griego paiderastía, y de la misma encontramos ejemplos
en buena parte de la literatura clásica. Cuando proclamamos el respeto que toda
práctica sexual nos merece, ¿hemos reparado en la repugnancia que a las gentes
de nuestra cultura nos supone esa conducta?
Las minusvalías son
posiblemente las circunstancias ante las que más sensibilidad mostramos todos,
sean físicas o psíquicas, tal y como hemos mencionado en el ejemplo. Sin lugar
a dudas la psicopatía en una enfermedad de la mente, no tengo claro si de tipo
genético o en algunos casos adquirida en el proceso de culturización de la
persona, en cualquier caso, una psicopatía puede ser el origen de una conducta
criminal naturalmente rechazable, ¿hasta donde ha de llegar el respeto a la
diversidad psicológica cuanto estamos en frente de una persona con esta
“enfermedad”?
Es posible que los ejemplos
parezcan exagerados, pero en mi opinión valen para una conclusión a la que
desde hace tiempo le voy dando vueltas, y es que el lenguaje al que nos hemos
referido como políticamente correcto, aquel que expresa un buenismo ampliamente
aceptado por la sociedad por lo que tiene de receta fácil, y que entre otras
cosas supone un cierto (en ocasiones agudo) señalamiento público para quien no
lo profesa, en realidad lo que está haciendo es privarnos de elementos
reflexivos sobre problemas reales y complejos, que parecen querer resolverse
con toda una batería de frases hechas que ni lo solucionan, porque no van a la
raíz del conflicto, y además añaden, aunque la pospongan, frustración para la
colectividad. Sería interesante examinar desde este prisma, sin duda
controvertido, algunas de esas recetas fáciles a problemas difíciles tan
abundantes, las recetas y los problemas, en este tiempo que nos ha tocado vivir,
pero mientras tanto ojalá ninguna convención social, venga de donde venga, nos
prive de sentido crítico.