viernes, 14 de marzo de 2008

EL FEUDALISMO DEL SIGLO XXI

El señor feudal asumía que la tierra que recibía, y sus riquezas inherentes, provenían “de nadie sino de Dios”. La voluntad divina y su consiguiente inspiración, tan difícilmente contrastables pero tan sentimentalmente defendibles, siempre han sido la excusa de quien tuvo mas que otros sin el oportuno trabajo previo. Por otra parte, el feudalismo se ha caracterizado por la disociación, es decir, por la creación de organismos mas pequeños provenientes de otro superior. Esta disociación alcanzó el terreno político, y llevado a sus últimas consecuencias provocó en la península ibérica por ejemplo, la independencia del reino de Portugal con respecto al castellano leones. En el fondo no se trata sino de un proceso de rebelión de súbditos frente a su señor, normalmente el rey, en busca de prebendas y fueros que aumentasen su poder y por consiguiente, su riqueza. El final del camino es la consecución de un estado poliárquico que supone “la destrucción del estado y el reparto de sus migajas entre los poderosos”.

En los inicios de un nuevo siglo, el que nos atormenta con catástrofes medioambientales y adelantos científicos sin precedentes, un nuevo feudalismo nos atenaza. Es cierto que las circunstancias son otras, ya no se conquistan tierras a los moros, sino mercados en un mundo cada vez mas pequeño; por otro lado la monarquía absoluta ha mudado en una suerte de democracia con fuertes interacciones mediáticas, pero a poco que nos fijemos veremos que el núcleo estructural del asunto se parece mucho al de antaño: unas zonas geográficas pugnan con el Estado por conseguir mayores niveles de autogobierno, ante lo cual cabe hacerse la pregunta de si se trata de conseguir mayores cotas de bienestar del pueblo “socialmente democrático”, o mas bien de aumentar el poder de las clases dirigentes. Personalmente me inclino por lo último.

Leo en una web dedicada a la mayor gloria de Sabino Arana y su nacionalismo vasco: “Pensamos en Sabin como enviado de Dios a Euskadi”, pues eso, el designio divino a merced del poder político. Nada nuevo bajo el sol.