El Escorial, el paisaje histórico. Comentarios a la conferencia de Juan Pablo Fusi
Que la geografía condiciona la historia lo aprendimos desde muy pequeños, cuando estudiábamos con aquellos manuales educativos, que siempre comenzaban con una descripción de las cordilleras, los cabos o los ríos. De un tiempo a esta parte este concepto geográfico se está calificando como paisaje, pero en el fondo sigue siendo lo mismo: el desarrollo del devenir histórico determinado en gran medida por el ámbito espacial donde éste tiene lugar.
Juan Pablo Fusi escoge en la conferencia pronunciada el pasado día tres en la Fundación Juan March, El Escorial como espacio físico sugerente de cuatro adjetivaciones distintas: el paisaje imperial, de la mano de Felipe II en el momento mismo de su construcción; el paisaje filosófico, interpretado esencialmente por Ortega; el paisaje intimista descrito en dos épocas distintas de su vida, su juventud y su madurez, por Azaña; y el paisaje falangista, propuesto en la inmediata posguerra por los principales intelectuales de Falange Española.
El “hecho decisivo”, tal y como lo denomina Fusi, se produce evidentemente en la época del segundo Austria, cuando el rey encarga a Juan Bautista de Toledo y después a Juan de Herrera, un edificio con una finalidad muy determinada: ser un monasterio de Jerónimos donde los monjes recibiesen una formación especial, de ahí su extraordinaria biblioteca, y que albergase los restos de su padre Carlos V. Otra cosa serán las interpretaciones que del mismo hagan en el siglo XIX los románticos, y que desafortunadamente tanta influencia posterior han tenido.
Ortega como se ha dicho, encuentra en El Escorial, un paisaje filosófico al que se refiere en su primer libro “Meditaciones del Quijote”, sirviéndole el edificio específicamente como un motivo de sus más amplias meditaciones sobre España. En esos primeros escritos dará a conocer lo que se convertirá en la piedra angular de buena parte de su obra, a través de la conocida frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, referida precisamente esa circunstancia a la propia España.
Por su lado, la interpretación del paisaje intimista de El Escorial nos la ofrece Manuel Azaña en su primera novela, “El jardín de los frailes”, en la que narra de manera autobiógrafa su propia experiencia educativa en el colegio de los Agustinos allí instalado, pero que a su vez sirve como reflexión en torno a la educación en general de la juventud de la época.
Por último, serán los intelectuales falangistas, Ridruejo, Laín, Tovar, Sanchez Mazas, Rosales, Jose María Alfaro, etc., quienes a partir de 1939 vean en El Escorial el “gran símbolo del imperio que en la época se intentaba retornar”, y lo hacen a través de dos hechos de especial importancia, el propio entierro de José Antonio que los monárquicos interpretarán como casi como una afrenta, y la revista literaria que lleva precisamente el nombre de El Escorial, en la que se expresará con toda intensidad la metáfora del edificio como un ideal político.
La conferencia complementa otra anterior titulada “Ortega y el paisaje”, y no podemos más que sugerir su audición por el evidente interés histórico que sin duda tienen. Si están interesados pueden oirla a través de este enlace:
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