domingo, 25 de marzo de 2012

Una conversación dificil

          Todos hablamos mucho de la crisis, lo hemos hecho y a buen seguros que lo seguiremos haciendo durante mucho tiempo, después, cuando la situación escampe y vivamos en una nueva realidad económica, suponemos que mejor, se le podrá algún nombre propio que la identifique, como se hizo con la del 29, y figurará en los manuales de economía, e incluso en los libros de Sociales de bachillerato por siempre jamás. 

          Creo que todo esto será así, pero de momento cualquier conversación informal de esas que todos tenemos mientras cenamos con los amigos o nos tomamos una cerveza en el bar con alguna compañía ocasional, se está convirtiendo en un ejercicio de dialéctica difícil de digerir. El motivo no es otro que, siendo esta crisis de tanta profundidad, las consecuencias han pasado de las páginas de los periódicos a afectarnos personalmente a todos y cada uno de nosotros. Si los participantes en la reunión son todos del mismo sector profesional, pongamos funcionarios de la educación, pequeños empresarios autónomos o agricultores por ejemplo, el tener el denominador común del mismo perjuicio, hará que se identifique a un culpable ajeno y que la unanimidad amaine los ánimos, pero si por el contrario entre los intervinientes hay algún profesor, y alguno de ellos es de la concertada, un par de autónomos o algún parado, la conversación es posible que se convierta en un cruce de acusaciones y de miradas recelosas porque los intereses son contrapuestos y los perjuicios variados y extendidos. 

          Realmente es difícil subir el nivel de la conversación a la altura de lo genérico, cuando alguien diga que en este país hay demasiados funcionarios, los que lo son se mosquearán e intentarán poner en valor su función pública, si alguien aboga por recortar o directamente por suprimir las autonomías, si alguno tiene querencias nacionalistas pondrá el grito en el cielo, si un autónomo alega que sus ingresos han caído por la crisis y por lo tanto lo justo es que a los funcionarios les pase lo mismo, la guerra entre los contertulios puede ser total. Si en la mesa hay algún político, aunque sea un concejal del pueblo más pequeño de España, simplemente deseará haberse quedado en casa, porque él, por la casta que representa, será posiblemente el único enemigo común en el que el resto de la mesa tranquilice de cuando en cuando sus ánimos.    
 
          Es posible que todos coincidamos en un argumento y es que de la crisis debemos aprender mucho y esperar que se tomen medidas valientes y se acometan reformas estructurales, el problema es que difícilmente, en una conversación que puede llegar a cierto grado de acaloramiento, admitamos que alguna de esas medidas afecten nuestro nivel de vida.