De familia vasca, José de Cadalso (Cádiz, 1741 – Gibraltar,
1782), alcanzaría el grado de coronel en el ejército español, encontrando la
muerte en el asedio de Gibraltar. Cadalso representa junto a Jovellanos y
otros, la plenitud de la Ilustración española. De su obra, y por lo que aquí
nos interesa, destacan sus Cartas
marruecas. En las misivas que se cruzan tres personajes que representan
visiones distintas del problema, aparece el "hondo sentir" hacia la situación
nacional, aunque su patriotismo le hace reaccionar contra la leyenda negra que
ya por entonces había tomado cuerpo. Dice Gazel a Ben-Beley:
“Si entre los españoles no se oye sino religión,
heroísmo, vasallaje y otras voces dignas de respeto, del lado de los extranjeros
no suenan sido codicia, tiranía, perfidia y otras no menos espantosas…, reflexionase
por ahora que los pueblos que tanto vocean la crueldad de los españoles en
América, son precisamente los mismos que van a las costas de África, compran
animales racionales de ambos sexos a sus padres, hermanos, amigos y guerreros
victoriosos, sin más derecho que ser los comprados negros; los embarcan como
brutos; los llevan millares de leguas desnudos, hambrientos y sedientos; los
desembarcan en América; los venden en público mercado como jumentos…”
Pero tampoco duda en responsabilizar a los máximos dirigentes
de la deriva del país; hablando de Felipe II y en tono acusatorio, afirma: “Murió
dejando a su pueblo extenuado con las guerras, afeminado con el oro y la plata
de América, disminuido con la población de un nuevo mundo, disgustado con
tantas desgracias, y deseoso de descanso…; y en la muerte de Carlos II no era
España sino el esqueleto de un gigante”.
Aunque al final parece encontrar un consuelo ante tanta
desdicha. Dice en la carta de Nuño a Ben-Beley:
“Querer que una nación se quede con solas sus
propias virtudes y se despoje de los defectos propios para adquirir en su lugar
las virtudes de las extrañas, eso el fingir otra república como la de Platón. Cada
nación es como cada hombre, que tiene sus buenas y malas propiedades peculiares
en su alma y cuerpo. Es muy justo trabajar para disminuir éstas y aumentar
aquellas; pero es imposible aniquilar lo que es parte de su constitución”.