domingo, 5 de enero de 2014

La foto

Hoy aparece en las portadas de todos los periódicos de este país. Hoy, en miles de casas de esta vieja y acomplejada nación de humanoides noqueados, reposará como un vómito sobre las mesas de purpurina y azúcar, preparadas en el recibimiento de unos pajes de la paz que poco podrán hacer contra la ignominia que representa. Posiblemente la mayoría de nosotros ni siquiera reparemos en el detrito que nos acompaña; otros, en un arranque acaso visceral, arrojaremos al percatarnos el papel de la infamia al cubo de la basura.

Pero el mal ya está hecho, la noticia a la que da imagen la foto es de ayer mismo, cuando unas decenas de asesinos lucían sus caras avejentadas y miserables ante unas cámaras de televisión, reunidos todos en el viejo matadero de Durango. No podían haber elegido mejor  sitio quienes en su vida no han hecho nada mejor que asesinar a inocentes. Ni en los detalles son capaces de mostrar cierto nivel moral.

309. Esos son los muertos que los protagonistas de la foto han provocado en su heroica vida. 309 militares, periodistas, policías, niños, funcionarios, o gentes que simplemente estuvieron en el lugar equivocado en el peor momento de su cercenada vida. 309 víctimas y ningún perdón, ninguna lágrima, ninguna señal de arrepentimiento.

Están juntos, muy juntos los asesinos; les hace falta esa unión para mostrarse al público, sus miradas inexpresivas y ausentes delatarían la cobardía que las inspira sin la cercanía de sus iguales. Por boca de “Kubati”, el asesino de Yoyes, nos piden a todos comprensión hacia su causa y derecho a decidir. Piden derechos quienes a 309 inocentes negaron el primer derecho de la vida. Sencillamente repugnante.

Solo un brote de luz brilla al final del macabro aquelarre, cuando el periodista Cake Minuesa pregunta ante los viejos espectros de seres sin alma, ¿no tenéis hombría para pedir perdón a las víctimas?, las miradas se confunden, en ese mismo momento los interpelados no tienen a mano el implacable argumento de las pistolas y sin ellas no son nada, solo el silencio… y con su mensaje nos quedamos.

El resto de periodistas que están con Cake también permanecen impasibles, al único valiente de la sala lo expulsan pero ellos no muestran ningún gesto de complicidad. Rebeldes contra causas lejanas en el tiempo o en el espacio, no son capaces de ver la opresión que los fotografiados representan ante sus propios ojos.

          Podríamos acabar con una pregunta, o con una moraleja final, o quizás nosotros también con el silencio de los cobardes. Que cada cual ponga su epílogo particular. Buenas noches de Reyes.