Faltaba algo más de medio siglo cuando murió Rodrigo Caro, para que los cimientos de la Casa de Austria en España se derrumbasen definitivamente; pero el ambiente de pesimismo con que se percibía la situación del Reino era más que palpable. En su “A las ruinas de Itálica”,soneto que durante mucho tiempo fue atribuido a Francisco de Rioja, refleja la situación.
“Estas ya de la edad canas ruinas,
que aparecen en puntas desiguales,
fueron anfiteatro y son señales
apenas de sus fábricas divinas.
¡Oh, a cuán mísero fin, tiempo, destinas
obras que nos parecen inmortales!
Y ¿temo?, y ¿no presumo que mis males
así a igual fenecer los encaminas?
A este barro, que llama endureciera
y blanco polvo humedecido atara,
¡cuánto admiró y pisó número humano!
Y ya el fasto y la pompa lisonjera
de pesadumbre tan ilustre y rara
cubre hierba y silencio y horror vano.”