domingo, 6 de febrero de 2011

Una conferencia de Carmen Iglesias

          El pasado dieciocho de enero la historiadora Carmen Iglesias Cano (Madrid 1942), realizó una conferencia en forma de entrevista en la Fundación Juan March (he puesto un enlace directo en el apartado “A mí me ha gustado, te lo sugiero”, por si es de vuestro interés). Iglesias está especializada en pensamiento político y sin duda es una de las grandes historiadoras actuales de nuestro país. Autora de numerosos estudios y libros, pertenece a varias Academias, entre ellas la Real de la Lengua, de la que ha sido la cuarta mujer en ingresar.
  
          El principio de la entrevista nos da a conocer algunos datos biográficos y de gustos personales, que resultan de interés para entender aspectos posteriores: la pasión temprana por la lectura y de forma especial por la ficción; la pertenencia a grupos clandestinos universitarios en los años sesenta en los que esta institución era como un oasis de liberad y de reflexión a la luz de las enseñanzas de grandes maestros como Luis Díaz del Corral, José Antonio Maravall Casesnoves o Francisco Rodríguez Andrados; el cargo de tutora y profesora de Humanidades primero de la Infanta Cristina y después del Príncipe Felipe; su especialización en cultura griega, etc.

          En la conferencia Iglesias reflexiona sobre distintos aspectos ciertamente interesantes, pero entre ellos creo que merecen ser destacados algunos, como por ejemplo la relación siempre difícil pero complementaria entre realidad histórica, o mejor estudios sobre historia, y ficción histórica. En algún sitio he comentado que desde mi punto de vista, si los primeros nos muestran la cronología, las causas y las consecuencias de lo que sucedió, los segundos nos transmiten el alma de cada época; el peligro, en su caso, está en tomar al pie de la letra la ficción cuando se refiere a la historia, por muy bien que ésta esté escrita. El ejemplo que propone no puede ser más oportuno: la Generación del 98; Pío Baroja, Valle Inclán, un poco antes Pérez Galdós, etc. son unos novelistas geniales que como nadie retratan las inquietudes y las circunstancias de un país en declive al que su historia le produce una gran dolor, pero quedarnos ahí, no analizar realmente dicha historia como fue, no haría sino contribuir a alimentar otro de los aspectos preferidos de la autora y que centra en buena medida su último libro (No siempre lo peor es cierto. Galaxia Gutemberg, 2008): la Leyenda Negra.

          Otro reflexión que resulta especialmente interesante en estos momentos en España, al hilo precisamente del todo el movimiento generado en torno a la ley de Memoria Histórica es el de la necesidad de fijar cual es el momento final de los enfrentamientos, cuando se ha conseguido el equilibrio entre la reparación a través de la justicia y la necesidad de remontar los resentimientos con el fin de que la sociedad avance y pueda mirar hacia delante. Sus comentarios sobre la búsqueda de los restos de Federico García Lorca, que no hace muchos meses llenó las páginas de los periódicos, nos aclaran la necesidad de discernimiento sobre lo que es propiedad de todos: la herencia cultural e intelectual de su autor, y lo que solo pertenece a su familia: los restos, los huesos, el polvo del poeta asesinado, una reflexión interesante extrapolable a multitud de ejemplos.

          El tercer aspecto de la conferencia a comentar es el de la educación en valores, donde la ejemplaridad pública de las personas y de las cosas se convierte en piedra angular en la formación de las nuevas generaciones, y en las que cualquier tentación de adoctrinamiento ideológico y de ingeniería social por parte de los poderes públicos es su mayor peligro, retroalimentado por el inevitable sentimiento de pertenencia al grupo, por cuanto las responsabilidades individuales se diluyen en una masa amorfa capaz de las mayores atrocidades. La necesidad pues de reforzar la libertad y la responsabilidad particular del individuo.

          La conferencia termina con una breve pero contundente advertencia sobre el maniqueísmo: derechas-izquierdas, buenos-malos, etc., y un compromiso con unas reglas de racionalidad por parte de todos que permitan construir un mundo y unas instituciones suficientemente amplias y flexibles en las que todos quepamos. Este asunto del maniqueísmo tiene una importancia capital en una sociedad tan pendular como la nuestra, por lo que en algún momento deberíamos meditar extensamente sobre el mismo.

          Como de cualquier autor que nos mueva a la reflexión, con Carmen Iglesias lo mejor que podemos hacer es leer sus libros, por lo que he podido comprobar, es una gozada.

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