Acabo de leer la última entrega de las Aventuras del Capitán Alatriste nacida de la pluma siempre ágil de Arturo Pérez-Reverte, y van siete: El Capitán Alatriste, Limpieza de sangre, El sol de Brega, El oro del Rey, El caballero del jubón amarillo, Corsarios de Levante, y la citada El puente de los Asesinos.
Pérez-Reverte es un auténtico profesional de las letras, maneja a la perfección el lenguaje y por lo que toca a esta serie de aventuras, el lenguaje y el vocabulario de los siglos XVI y XVII con sus giros y sus imágenes, “El sexto miembro del grupo era el catalán Jorge Quartanet, tirando a rubio, treintañero largo, educado de parola, seco de trato, hombre de cuajo y fiar en malos trances,…”. La novela se lee fácil, de un tirón, ¡que apta sería, con las otras de la serie, para iniciar en la lectura a nuestros adolescentes en los institutos!, está llena de referencias históricas, no en balde se basa en las memorias de Iñigo Balboa Aguirre (según el autor, en los Papeles del alférez Balboa, depositados en la Biblioteca Nacional, aunque si quieren que les diga la verdad, nunca he tenido claro si esto es real o forma parte de la ficción), y de aldabonazos morales escondidos pero contundentes, debajo de una trama de peripecias, batallas y estoques de toledanas. Solamente una cosa creo que sobra, Reverte utiliza a mi entender con excesiva frecuencia como latiguillos versos de Quevedo y otros, de manera completamente innecesaria.
El puente de los Asesinos se desarrolla en tierras italianas, fundamentalmente en la isla de Venecia, y tiene como argumento una supuesta encamisada, que viejos soldados de los tercios españoles protagonizan, bajo las órdenes de su católica majestad, con el propósito de derrocar al dogo Cornani del sillón de la Serenísima. Por las páginas de la novela desfilan al unísono personajes reales y de ficción como Gonzalo Fernández de Córdoba, el moro Gurriato, Sebastián Copons, Saavedra Fajardo, Diego Alatriste, Iñigo de Balboa, Baltasar Toledo, Gualterio Malatesta,… en un relato que contiene todos los componentes necesarios para atrapar al lector: pasión, desengaños, traición, amistad,… como la vida misma.
Es posible que a algunos “intelectuales” de elevadas ínfulas no les guste por ligera esta clase de literatura. Ni caso, al resto, a disfrutar de un buen libro que no es solo de aventuras.