domingo, 24 de marzo de 2013

HACIENDO HISTORIA, de John H. Elliott


El último libro de John Elliott, catedrático emérito de Historia Moderna en la Universidad de Oxford, es una especie de autobiografía profesional que tiene la virtud de unir, junto a las tareas ejercidas propiamente por su condición de historiador, los cambios acaecidos en la historiografía contemporánea desde que mostró su interés por este campo de investigación, al inicio de la década de los cincuenta del pasado siglo, hasta nuestros días.

Elliott forma parte, junto con Hugh Thomas, Joseph Pérez, Stanley Payne y unos cuantos más, de esa pléyade de historiadores “hispanistas”, que contribuyeron, en un momento de cierta sequía intelectual patria, a incrementar el interés por nuestro pasado no solamente en los propios historiadores locales, sino fundamentalmente en un público inquieto que encontró en sus trabajos el suficiente atractivo como para hacer del estudio ese pasado el sustrato de sus inquietudes culturales.

A lo largo de trescientas páginas, en Haciendo historia (Ediciones Santillana, 2012), Elliott nos va presentando los motivos de la elección de España como centro de su atención, el deseo de averiguar el porqué de estereotipos que no duda en calificar de obsoletos, la difícil reconciliación entre la unidad y la diversidad de su propio territorio, o los procesos internos y externos que propiciaron tanto la formación como la decadencia de un inmenso imperio trasatlántico que tantos recelos, cuando no abiertas antipatías, suscitó en países vecinos, temerosos de las potencialidades de una monarquía universal bajo la Casa de los Habsburgo. La respuesta que él mismo se da, “es que se trata de un país infinitamente fascinante, cuya historia, compuesta por sorprendentes éxitos e igualmente por asombrosos fracasos, abarca temas de relevancia universal,… un país cuyos logros religiosos, culturales y artísticos a lo largo de los siglos han realizado una contribución riquísima, aunque a menudo controvertida, a la civilización humana”.   

Por los recurrentes acontecimientos que en estos momentos vivimos, tienen especial interés las referencias al historiador Jaume Vicens Vives y a la controversia que éste tuvo en su momento, año 1935, con Rovira i Virgili y el resto de historiadores tradicionalistas catalanes vinculados al Institut d´Estudis Catalans, a los que acusaba de “abordar la historia de Cataluña desde un postura ideológica preconcebida”; así como al síndrome de “víctima inocente”, según el cual “Las comunidades nacionales que sucumben a este síndrome tienden a verse a sí mismas como víctimas permanentes de fuerzas malignas que emanan de uno o varios vecinos más poderosos”, “Ni el síndrome de pueblo escogido ni el síndrome de la víctima inocente son propicios para escribir buena historia”. ¡Cuánto esfuerzo nos ahorraríamos si en algún momento fuésemos capaces de ver la historia sin tantos apriorismos victimistas! Valdrá la pena detenernos en este punto, y también en el porqué la rebelión surgida en Cataluña ante la pretensión Real de movilizar recursos para la guerra en las décadas de 1620 y 1630, no se siguió en el Reino de Valencia, pero esto será motivo de otro artículo.

Desde el punto de vista puramente historiográfico resultan muy interesantes las reflexiones que el autor hace sobre los estudios biográficos, él mismo los desarrolló brillantemente en El conde-duque de Olivares,  así como el enfrentamiento mantenido por éste con Richelieu en defensa de sus respectivas monarquías y por la influencia de éstas en el orbe mundial, controversia de la que a la sazón resultaría victorioso el cardenal francés. Similar interés tiene la utilización de la historia comparada como herramienta de trabajo y los problemas que la propia elección de los  elementos de comparación tiene a fin de evitar anacronismos en los que tan a menudo se incurre. Lecciones en fin, de técnica historiográfica muy interesantes para quienes pretendan adentrarse en la investigación de cualquier episodio del pasado, al hilo de lo cual podemos acabar con una reflexión que Elliott hace en el Prólogo del libro: “Creo que la teoría es menos importante para escribir buena historia que la capacidad de introducirse con imaginación en la vida de una sociedad remota en el tiempo o el espacio y elaborar una explicación convincente de por qué sus habitantes pensaron y se comportaron como lo hicieron”.