El Padre Feijoo (Casdemiro, 1676 – Oviedo, 1764), antecedente clave de nuestra Ilustración, fue posiblemente uno de los
primeros intelectuales que miraron a Europa, fundamentalmente a Francia, como
modelo de aprendizaje. Quizás, aunque parezca un atrevimiento, podríamos
encontrar en él un antecesor del “España
es el problema, Europa la solución” de Ortega. Su obra literaria en forma
de ensayos, de los primeros en aparecer en España, fue una suerte de
recopilación de novedades científicas llegadas del continente y reflexiones
ante los errores que creía percibir en su entorno. La siguiente cita nos
ilustra contra los extremos y sobre la necesidad de conocer y apreciar lo que
proviene de otros países.
“Dos extremos,
entrambos reprehensibles, noto en nuestros españoles, en orden a las cosas
nacionales: unos las engrandecen hasta el cielo; otros la abaten hasta el
abismo. Aquellos que ni con el trato de los extranjeros, ni con la lectura de
los libros esparcieron su espíritu fuera del recinto de su patria, juzgan que
cuanto hay de bueno en el mundo está encerrado en ella. De aquí aquel bárbaro
desdén con que miran a las demás naciones, asquean su idioma, abominan sus
costumbres, no quieren escuchar o escuchan con irrisión sus adelantamientos en
artes y ciencias. Bástales ver a otro español con un libro italiano o francés
en la mano, para condenarle por genio extravagante o ridículo”