domingo, 13 de diciembre de 2015

Notas sobre la relación entre Hayek y Keynes

          A cuenta de tres libros de reciente aparición sobre las figuras de Friederich Hayek y John Maynard Keynes, el filósofo Santiago Navajas hace una interesante exposición (Hayek y Keynes. Una relación liberal peligrosa. La Ilustración Liberal), de la relación cordial y afectuosa, pero también de enfrentamiento metodológico, que mantuvieron los dos economistas durante primera mitad del pasado siglo.

          La primera visión, simple, que en general tenemos de ellos es por un lado la del liberal Hayek frente al socialdemócrata Keynes, la derecha “civilizada” contra la izquierda “civilizada”. Pero más allá del estereotipo la verdad es que simplemente estamos ante dos maneras de entender el liberalismo porque ambos lo eran. Como acertadamente señala Navajas, se trata de dos caras de una misma moneda, porque los dos compartían el ideal de la democracia liberal y de la economía de mercado y la competencia, frente a la moda que en aquellos momentos representaban los totalitarismos encarnados tanto en el nazismo como en el comunismo, intelectualmente representados por Heidegger y Sartre respectivamente. Pero junto a estos totalitarismos también tenían como enemigo una idea libertaria del laissez faire, una concepción en que todo estuviese en manos del mercado sin ningún tipo de intervención del Estado.

          La preocupación de Hayek es que un Estado que desease controlar excesivamente la economía tendería por propia inercia a la omnipresencia, a un estatismo regulador de todos los quehaceres de la vida cotidiana de los individuos que al final desembocaría en un sistema totalitario. Keynes por su parte, confiaba en la idiosincrasia británica, y por extensión en la de los países europeos, para que eso no llegase a suceder. Atinadamente advierte Santiago Navajas que ésta diferencia de planteamientos podría tener un origen en la propia procedencia de cada uno de ellos, puesto que mientras el inglés Keynes, podía mantener la confianza en un país que defendió con uñas y dientes el sistema democrático, el austriaco Hayec había contemplado con sus propios ojos, y sufrido puesto que fue víctima de persecuciones, como dos naciones “cultas” como Alemania y Austria habían sucumbido, con un fuerte apoyo popular, a los fanáticos ideales hitlerianos y posteriormente en parte a los comunistas.

          Los dos mantienen el consenso en cuanto a la importancia de la competencia en la economía, y los dos abogan porque el Estado debe marcar las líneas por las que los individuos puedan moverse libremente, de manera que esa competencia, tutelada y protegida por el propio Estado, pueda ejercerse sin ninguna cortapisa. La diferencia es que para el escéptico Hayec, las reglas deben conformar un sistema previo, claro e inmutable, libre de las tentaciones totalizadoras de los gobiernos, mientras que Keynes confía en el sustrato liberal de los pueblos y por extensión en la acción de esos mismos gobiernos, abogando por un liberalismo activo, es decir, aquel que es capaz de responder a los diferentes retos que en cada momento se planteen. Desde éste punto de vista como sostiene Navajas, Keynes entendió mejor que Hayek la política, y el futuro le ha dado la razón puesto que desde entonces, si bien el poder de los estados no ha hecho más que incrementarse, no por ello se ha vuelto a caer, refiriéndonos a nuestro mundo occidental, en tentaciones totalitarias, aunque sí en un especie de democracia en demasiados aspectos banal y frívola, en la que puede perderse el sentido de la responsabilidad individual por la vía de encargar al Estado una función de aseguramiento general.    

          Por otra parte es Hayek quien más concretamente resuelve la eterna dicotomía entre libertad e igualdad, simplemente por la vía de la formulación de ambas por ese mismo orden, preservando el principio de igualdad en cuanto al acceso por cualquier ciudadano a cualquier cargo o responsabilidad, así como a unos servicios asistenciales y educacionales mínimos a los que todos tienen derecho, y a partir de los cuales cada cual optará por las metas que, dentro de los parámetros establecidos, libremente elija.  

          En definitiva Santiago Navajas nos ofrece un acertado resumen de una controversia muy actual, a partir de dos de los grandes economistas del siglo XX.