A cuenta de tres libros de reciente aparición sobre las
figuras de Friederich Hayek y John Maynard Keynes, el filósofo Santiago Navajas
hace una interesante exposición (Hayek y
Keynes. Una relación liberal peligrosa. La Ilustración Liberal), de la
relación cordial y afectuosa, pero también de enfrentamiento metodológico, que
mantuvieron los dos economistas durante primera mitad del pasado siglo.
La primera visión, simple, que en general tenemos de ellos
es por un lado la del liberal Hayek frente al socialdemócrata Keynes, la
derecha “civilizada” contra la izquierda “civilizada”. Pero más allá del
estereotipo la verdad es que simplemente estamos ante dos maneras de entender
el liberalismo porque ambos lo eran. Como acertadamente señala Navajas, se
trata de dos caras de una misma moneda, porque los dos compartían el ideal de
la democracia liberal y de la economía de mercado y la competencia, frente a la
moda que en aquellos momentos representaban los totalitarismos encarnados tanto
en el nazismo como en el comunismo, intelectualmente representados por
Heidegger y Sartre respectivamente. Pero junto a estos totalitarismos también
tenían como enemigo una idea libertaria del laissez
faire, una concepción en que todo estuviese en manos del mercado sin ningún
tipo de intervención del Estado.
La preocupación de Hayek es que un Estado que desease
controlar excesivamente la economía tendería por propia inercia a la
omnipresencia, a un estatismo regulador de todos los quehaceres de la vida
cotidiana de los individuos que al final desembocaría en un sistema
totalitario. Keynes por su parte, confiaba en la idiosincrasia británica, y por
extensión en la de los países europeos, para que eso no llegase a suceder. Atinadamente
advierte Santiago Navajas que ésta diferencia de planteamientos podría tener un
origen en la propia procedencia de cada uno de ellos, puesto que mientras el
inglés Keynes, podía mantener la confianza en un país que defendió con uñas y
dientes el sistema democrático, el austriaco Hayec había contemplado con sus
propios ojos, y sufrido puesto que fue víctima de persecuciones, como dos naciones
“cultas” como Alemania y Austria habían sucumbido, con un fuerte apoyo popular,
a los fanáticos ideales hitlerianos y posteriormente en parte a los comunistas.
Los dos mantienen el consenso en cuanto a la importancia de
la competencia en la economía, y los dos abogan porque el Estado debe marcar
las líneas por las que los individuos puedan moverse libremente, de manera que
esa competencia, tutelada y protegida por el propio Estado, pueda ejercerse sin
ninguna cortapisa. La diferencia es que para el escéptico Hayec, las reglas
deben conformar un sistema previo, claro e inmutable, libre de las tentaciones
totalizadoras de los gobiernos, mientras que Keynes confía en el sustrato
liberal de los pueblos y por extensión en la acción de esos mismos gobiernos,
abogando por un liberalismo activo, es decir, aquel que es capaz de responder a
los diferentes retos que en cada momento se planteen. Desde éste punto de vista
como sostiene Navajas, Keynes entendió mejor que Hayek la política, y el futuro
le ha dado la razón puesto que desde entonces, si bien el poder de los estados
no ha hecho más que incrementarse, no por ello se ha vuelto a caer, refiriéndonos
a nuestro mundo occidental, en tentaciones totalitarias, aunque sí en un especie
de democracia en demasiados aspectos banal y frívola, en la que puede perderse
el sentido de la responsabilidad individual por la vía de encargar al Estado
una función de aseguramiento general.
Por otra parte es Hayek quien más concretamente resuelve la
eterna dicotomía entre libertad e igualdad, simplemente por la vía de la formulación
de ambas por ese mismo orden, preservando el principio de igualdad en cuanto al
acceso por cualquier ciudadano a cualquier cargo o responsabilidad, así como a
unos servicios asistenciales y educacionales mínimos a los que todos tienen
derecho, y a partir de los cuales cada cual optará por las metas que, dentro de
los parámetros establecidos, libremente elija.
En definitiva Santiago Navajas nos ofrece un acertado
resumen de una controversia muy actual, a partir de dos de los grandes economistas
del siglo XX.