martes, 28 de diciembre de 2010

Dinero, mercados y confabulaciones

A vuela pluma

La larga crisis económica que sufrimos en medio mundo está poniendo de manifiesto curiosas interpretaciones que el final no son más que el retrato de cada cual. Veamos si soy capaz de explicarme.
Si no recuerdo mal fue en 2009 cuando en una de las reuniones que celebró el selecto grupo de los siete países más desarrollados del mundo, se nos prestó a los españoles una silla que Francia tenía disponible. Ahorro repetirles las altisonantes frases que entonces oímos, pero no me resisto a citar al menos dos de ellas, la primera es que se iba a refundar el capitalismo pronunciada creo que por Sarkozy. La otra tenía como autor al ministro de Fomento don José Blanco, que enfáticamente anunció aquello de que nuestro presidente iba a proponer que hubiera más Estado y menos mercado. Bien, como frases no me negarán que son redondas, de esas que alguien pronuncia en una reunión de “entendidos” y queda como Dios.
Pero, ¿qué ha pasado desde entonces, fundamentalmente en España? Nuestro déficit público se ha disparado hasta límites más que alarmantes; la alegría con que nuestros gobernantes, tanto estatales como autonómicos y locales, gastaron en la época de vacas gordas, parece que no preveía ningún tipo de disminución de ingresos, y sin embargo produjo un elevado incremento en los gastos no solamente por inversiones, sino lo que es peor, en los gastos corrientes, los que devienen del propio funcionamiento de la administración. La consecuencia es evidente, cuando uno gasta más de lo que ingresa, acude a un banco o lo que en fondo es lo mismo, al mercado, para pedir dinero, y el mercado se lo presta a unos tipos de interés. Cuando la deuda adquiere proporciones gigantescas, esos que han prestado el dinero empiezan a temer por su recuperación, por lo que cuando se vencen los plazos del préstamo, o no quieren renovarlo o piden mayores intereses que les compense el mayor riesgo. Hasta aquí es todo sencillo y tremendamente lógico, porque en el fondo el mecanismo es muy similar al que se someten las empresas y las familias.
¿Qué se puede hacer?, pues evidentemente intentar por todos los medios reducir gastos prescindibles, lo que en el fondo significa reconocer que antes te habías equivocado porque no hiciste bien las previsiones. Además hay un nuevo agravante y es que el suplemento de intereses que se paga por la desconfianza de los prestamistas, lo que conocemos como prima de riesgo, también son parte del gasto corriente, lo que provoca un círculo vicioso de difícil salida.
Ante esta situación se deben reconocer los errores, hacer acto enmienda e iniciar las reformas que toquen, aunque en política tamañas equivocaciones deberían traducirse en dimisiones, si bien esa no es palabra utilizada en demasía por la mayor parte de nuestros políticos. Pero bien al contrario, ¿qué es lo que estamos oyendo?, pues por los sectores fielmente críticos con el sistema capitalista, al que por otra parte no tienen alternativas creíbles que presentar tras el rotundo fracaso del “socialismo real”, que “el mercado está confabulando contra las democracias libres a las que pretende esclavizar”; parecería que en algún lugar de los perversos EEUU deben estar reunidos unos señores de aspecto tétrico, vestidos de negro y poseídos por una avaricia pegajosa que rezuma por sus ojos, que deciden qué país debe desplomarse en cada momento, y a que parte del mundo condenarán al hambre y a la miseria. Pero claro, esta versión, pese a ser muy peliculera, podrían no ser del todo real.
Imaginemos por ejemplo que diez, cien, mil, un millón de personas cualquiera, invierten los ahorros logrados tras toda una vida de trabajo en unos fondos de los que desean obtener el máximo beneficio posible. No son grandes cantidades dinero, sino muchas pequeñas huchas que el final suman un montante importante, tanto que las prestan incluso a los Estados que han gastado más de lo debido y que necesitan con urgencia fondos con los que cubrir su déficit. ¿No es esta la misma película de antes?, realmente es lo mismo aunque la tensión cinematográfica ha disminuido sensiblemente. Otra cosa es que los gestores encargados de administrar esos ahorros no actúen con la diligencia exigible, pero para eso están los propios Estados a través de sus organismos reguladores, que son quienes tienen la obligación de hacer cumplir las normas que ellos mismos emiten, pero claro, esto a veces lleva tanto trabajo… ¿Dónde está pues la confabulación del mercado?, ¿porqué si no quieren esos mismos Estados acudir a tan inmisericordes garras, no se lo han pensado antes de incurrir en tanto dispendio?
Me pregunto si al final, como decía el señor Blanco, tenemos más Estado y menos mercado, o si por el contrario ha resultado ser exactamente al revés. Si es así, es decir, si la ley básica de la oferta y la demanda castiga con más intereses a unos Estados que a otros, por ejemplo a España, Portugal o Grecia más que a Alemania o Inglaterra, no creo sinceramente que la culpa la tengan los ahorradores prestamistas, es decir, el mercado, sino de los inconscientes que prometieron y gastaron lo que no tenían de manera que al final lo paga el ciudadano corriente con más impuestos y menos trabajo.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

NO DERRIBEMOS CRUCES

En mi pueblo (Beneixama-Alicante), se está produciendo en estos momentos un vivo debate acerca de la pretensión del Ayuntamiento de derribar una Cruz sita en una céntrica Glorieta. Aunque puede parecer un tema local creo que no lo es. Esta es mi opinión al respeto manifestada en forma de alegaciones al proyecto dirigidas a la Sra. alcaldesa: 

Primera.- Alegación desde un punto de vista económico.
El Ayuntamiento es el encargado y responsable de la administración de los recursos económicos que los ciudadanos ponemos a su disposición para la prestación de los servicios municipales. La actual crisis económica que vive el país es en buena parte una crisis de deuda pública, lo que debe obligar a todas las administraciones a disminuir en lo posible sus gastos y por lo tanto el nivel de endeudamiento. Desde este punto de vista, los ingresos ordinarios del Presupuesto deben cubrir al menos los gastos ordinarios, máxime en unos momentos en que las transferencias recibidas por parte de otras administraciones superiores inexorablemente van a disminuir de manera sensible.
El presupuesto de los dos proyectos citados asciende a 333.978,22 euros; si de ahí descontamos los 40.000,00 financiados por el Plan E, su montante total sería de 293.978,22 euros. Hasta ahora, siempre que se han realizado proyectos de esta envergadura en Beneixama, se ha esperado a contar con ayudas bien de Diputación, bien de la Generalitat, de manera que la parte a pagar por el Ayuntamiento ha sido mínima. En este caso, parece ser que todo será financiado con cargo a un endeudamiento que comenzará a amortizarse dentro de dos años, e íntegramente a cargo de los vecinos.
Si partimos de los Indicadores Financieros y Patrimoniales del propio Ayuntamiento a 31 de diciembre de 2009, el endeudamiento acumulado de todos los años anteriores por habitante era de 174,56 euros; pues bien, el endeudamiento que provocarán solo estos proyectos será (considerando 1811 habitantes) de 162,33 euros, casi tanto como el acumulado. Si consideramos todo el préstamo que tiene en proyecto realizar el Ayuntamiento por importe de 700.000,00 euros, el endeudamiento por habitante se incrementaría en 386,53 euros, a sumar al acumulado, llegando a un total de 536,64 euros por habitante, tres veces superior al acumulado desde 1999.
Por otra parte, según el Informe Económico Financiero del Ayuntamiento de fecha 18 de marzo de 2010, los Ingresos Ordinarios (capítulos 1 a 5) ascenderían a 1.381.822,66 euros, en tanto de los Gastos Ordinarios lo harían en 1.304.018,18 euros y la devolución de préstamos en 44.262,90; es decir, el margen entre ingresos y gastos ordinarios y comprometidos sería solo de 33.541,58 euros. Según mis cálculos, suponiendo que se ha efectuado un préstamo a 17 años con 15 de amortización, y con un tipo de interés medio (dependería del euribor anual) del 4%, considerando solo los dos proyectos referidos, las cuotas anuales ascenderían a 26.094,24 (liquidaciones mensuales). Si por el contrario tenemos en cuenta todo el préstamo de 700.000,00 euros, esas cuotas serían de 62.133,84 euros.
Estas cifras indican que cualquier repunte en los gastos, como el que probablemente ya se habrá producido en 2010, o cualquier inversión que fuese necesario acometer en los próximos quince años, ocasionarían nuevos endeudamientos con el peligro añadido de pagar deuda con más deuda, o aumentos significativos de los impuestos municipales, al estar el margen ordinario prácticamente absorbido e incluso ampliamente superado, como puede observarse en el segundo de los cálculos, lo cual ocasionaría para todos los vecinos, pero fundamentalmente para los de menor capacidad económica, un fuerte quebranto patrimonial sobrevenido por causas ajenas a su voluntad.
Segunda.- Alegación desde el punto de vista histórico.
La historia es un proceso acumulativo a lo largo del cual se suceden acontecimientos que a su vez se explican a partir de sus inmediatos precedentes. Empeñarnos en ocultar una parte de esos acontecimientos así como sus manifestaciones arquitectónicas, documentales, etc., no solo no cambia esa historia, sino que ponen de manifiesto la cortedad de miras de aquellos que ocasionaron ese ocultamiento, además de dificultar el posterior estudio de todo ese devenir histórico.
En el proyecto de rehabilitación de la Glorieta se contempla la intención de derribar la Cruz existente en frente mismo de la puerta de la ermita de la Divina Aurora. Esa Cruz fue levantada básicamente en memoria de quienes perdieron la vida de forma trágica por unos valores que representaba uno solo de los bandos contendientes en la guerra civil, aquel que resultó victorioso. Vistos los hechos con la perspectiva del tiempo transcurrido, no podemos sino lamentar que solamente uno de esos bandos se viese reconocido en el monumento, porque todos los muertos, cayesen donde cayesen y defendieran lo que defendieran, se movían por unos ideales que ellos creían justos, y que a nosotros, compartamos o no cada uno de esos ideales, no puede sino provocarnos el mayor de los respetos. No fue justo que en la posguerra se reconocieran los méritos solo de unos, pero tampoco lo sería que en un estado democrático como en el que afortunadamente vivimos, cayésemos en el mismo error cambiando simplemente la titularidad de ese reconocimiento. Podemos honrar a quienes injustamente quedaron olvidados antes, pero no por ello es necesario deshonrar a aquellos que por haber perdido la vida, no tuvieron ninguna responsabilidad en la equivocación del homenaje.
La injusticia cometida en los años cuarenta se intentó enmendar de la mejor forma posible durante la transición democrática; entonces, los representantes del pueblo en el Ayuntamiento, a propuesta precisamente del Partido Socialista Obrero Español y del Partido Comunista de España, por moción presentada al Pleno de fecha 26 de octubre de 1979, decidieron eliminar la inscripción existente en la Cruz, sustituyéndola por otra con el texto “Caídos por España y en defensa de sus ideales. 1936-1939”, que a su vez desapareció deteriorada por el paso del tiempo. En cualquier caso, y haciendo gala de una generosidad que a la postre resultó imprescindible para que la democracia se consolidase, todos decidieron mirar hacia el futuro, no reabriendo heridas que en ese momento se dieron por cerradas. Derribar ahora la Cruz es tanto como decir que quienes tomaron aquellas decisiones estaban equivocados, que su altura de miras era errónea, y que el camino correcto hubiera sido el de la venganza y el resentimiento, y no el de la colaboración y el consenso por el que ellos optaron. Permítame que cite aquí unas líneas del discurso que ha pronunciado Mario Vargas Llosa con motivo del Premio Nobel que tan merecidamente ha recibido: “la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo a favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico”; no encuentro palabras que puedan expresar mejor cuanto quiero decir en este punto.
No cabe tampoco en mi opinión, alegar que la Cruz debe derribarse simplemente porque se construyó “en tiempos de Franco”; ese argumento nos llevaría a eliminar, en cada época, todos los testimonios históricos que no agradasen a quienes gobiernan en periodos posteriores, lo que provocaría una pérdida testimonial y de patrimonio escandalosa, situación que por desgracia ha ocurrido en demasiadas ocasiones en nuestro país, como por ejemplo en la misma Guerra Civil, en que tantas veces se confundió la defensa de las ideas con el destrozo de archivos históricos, obras de arte o colecciones bibliográficas, en cualquier caso, patrimonio cultural irremediablemente perdido para las siguientes generaciones.
La Cruz de la que estamos hablando puede ser en sí misma un testigo fiel del paso del tiempo: primero como protagonista de un incompleto reconocimiento a favor de quienes murieron trágicamente en la guerra, y después como un signo de reconciliación y perdón por parte de todos, y en el que todos puedan verse convenientemente honrados a través si se quiere de una nueva inscripción consensuada por todos y que a todos represente. Sería en mi modesta opinión, una inequívoca expresión de magnanimidad de la democracia conseguida, actuar en sentido contrario, solo podría entenderse como un acto revanchista, impropio de la sociedad madura y respetuosa a la que aspiramos.
Tercera.- Alegación desde el punto de vista religioso y cultural.
Independientemente de los anteriores razonamientos, una Cruz es una Cruz, sea cual sea la época en que se construyó, y fuesen cuales fuesen las manos que la erigieron. Para cualquier creyente, la Cruz representa la expresión máxima de su fe, por encima de cualquier otra consideración, por lo que es difícil que algún católico se sienta a gusto viendo como se derriba este importante símbolo religioso ante sus propios ojos. A nadie se le obliga a profesar una determinada fe, pero la sociedad en su conjunto y en su nombre los poderes públicos, tienen el deber constitucional de garantizar “la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley” (art. 16.1 de la Constitución Española). La existencia de una Cruz, incluso en un lugar público, en una manifestación de esa libertad religiosa a la que los individuos y las comunidades tenemos derecho, y no existiendo motivos de causa mayor que afecten al orden público señalado, debe ser respetada y defendida por quienes tienen la responsabilidad del gobierno, en este caso municipal.
Pero en nuestra sociedad la Cruz no solo es un símbolo religioso, también lo es cultural. Lo queramos o no, ningún ámbito de nuestra cultura, sea éste el arquitectónico, literario, musical, pictórico, etc., ha quedado fuera de la influencia religiosa. Lo que conocemos como sociedad occidental en la que nosotros nos encontramos, se ha ido enriqueciendo a lo largo de veinte siglos con las aportaciones que han hecho miles de personas, movidas en su afán creativo por las inquietudes cristianas que les inspiraban. En nuestro pueblo estas manifestaciones son, si se quiere sencillas, pero importantísimas en nuestra conciencia colectiva; así, sendas cruces conocidas como de término, señalan las entradas de la población, contando ambas con la correspondiente protección cultural, pero además las procesiones por ejemplo, no son sino una manifestación religiosa más realizada en el espacio público, en donde cruces e imágenes sagradas adquieren todo el protagonismo. También son manifestaciones religiosas el belén que dentro de unos días colocaremos en la Plaza del Ayuntamiento, o los cantos a la Aurora que llenan nuestras calles de música la Noche de San Juan, y un largo etcétera que podríamos aquí enumerar. Pues bien, como ya se ha dicho, la Cruz de la Glorieta al final no es más que una de estas manifestaciones, y para un cristiano cualquiera otra consideración no puede ser entendida sino como una anécdota al lado de la importancia simbólica del monumento. En cualquier caso, eliminar o limitar las manifestaciones religiosas, sean éstas materiales o inmateriales, supone para la colectividad en general, sea creyente o no, un lastimoso empobrecimiento cultural.
Siempre he pensado que el primer gran objetivo de los gobernantes debe ser el de procurar el entendimiento y la correcta armonía social entre los ciudadanos. Quienes dirigen un organismo público como es nuestro Ayuntamiento, deben gobernar para todos, más allá de su propia ideología, evitando situaciones que supongan el agravio para una parte de esos ciudadanos; todos merecemos el respeto de nuestros representantes, por lo que cuanto más espinoso es un asunto, mayor debe ser el ánimo de consenso. Es evidente que el posible derribo de la Cruz de la Glorieta desagrada, fundamentalmente por motivos religiosos, a una parte importante del pueblo, por eso es tan importante que Vd., como máxima representante de nuestra primera institución pública, intente por todos los medios buscar soluciones que no resulten ofensivas para nadie, o al menos para la mayoría. Estoy convencido de que con su buen criterio pondrá todos sus esfuerzos en ello, pero si aún así no pudiera conseguir esta armonización de pareceres, y teniendo en cuenta que ningún partido político llevaba en su programa electoral la eliminación de la Cruz, y que además faltan menos de seis meses para las próximas elecciones municipales, lo más prudente sería dejar el proyecto sobre la mesa, de forma que sean los electores quienes al final refrenden con el suficiente conocimiento de causa, una u otra opción.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Palloc, un bandoler per les nostres terres

(Article publicat a la Revista BIGNERES)

Dir que la història del bandolerisme va indissolublement unida a la nostra pròpia història és sens dubte un aforisme exagerat, encara que no per això li falte una certa raó. Hi ha abundant literatura d'este fenomen per exemple en època morisca, encara que sens dubte és el segle XIX el que més referències novel•lesques i cinematogràfiques ens porta a la nostra memòria. A això van contribuir decisivament la llarga llista d'escriptors viatgers europeus, fonamentalment francesos i anglesos que per aquells anys ens van visitar, i que van arribar a popularitzar tot tipus d'històries d'uns personatges que apareixeran a partir de llavors en el subjectiu món dels herois i els vilans.
Washington Irving, Dumas, Stendhal o Víctor Hugo per citar alguns d'ells, van contribuir com ningú a pintar el retrat d'una Espanya exòtica i retardada, solcada per camins intransitables, i habitada en el seu extens i de vegades inaccessible medi rural, per gents que no dubtaven a tirar-se a la muntanya en un intent desesperat d'alleujar les precàries condicions econòmiques en què vivien. Sense llevar-los en absolut la raó allí on la tenien, les seues descripcions resulten de vegades fantasiadores i exagerades, com li ocorre a l'autor de Els Miserables, que sense xafar mai terres alacantines descriu per exemple la gran quantitat de minarets existents en la nostra província i que evidentment els que els van buscar després no van aconseguir mai trobar. Siga com siga, per a tots ells els bandolers s'havien convertit en l'ingredient necessari que tot bon viatge d'aventures havia de contindre; viatjar per la península i no topar-se amb la consegüent partida, podia arribar a suposar tot un desencant. I cal reconéixer que precaució no els faltava, així, Alejandro Dumas diu que per a vindre a Espanya es va portar “més de sis caixes que contenien carrabines, fusells, pistoles i ganivets de caça, tot això en abundància”, per descomptat ningú podría acusar-li d'imprevisió.
El bandolerisme espanyol del segle XIX, recordem, el segle de la caiguda de l'Antic Règim, de la Guerra de la Independència, del Carlisme, de la Primera República, etc., té a més una peculiaritat que sense cap dubte el fa més interessant, i és la seua vinculació amb les diferents causes polítiques que veuen la llum en eixa centúria, convertint-se en una forma usual de finançament utilitzat per exemple tant per carlins com per federals, per a entendre'ns, la ultradreta i la ultraesquerra respectivament de l'època. Doncs bé, en este ambient es desenrotllaran les corregudes de Francisco Samper àlies Palloc, per la nostra comarca.
Palloc era natural de la Marina, però les seues incursions en la nostra comarca i inclús la zona sud de la província van ser freqüents. Junt amb altres coneguts bandolers com Carvajal, Pallets, Tomaset el de Petrer, etc., estava adscrit al sector liberal-federalista. Al setembre de 1868 D. Eleuterio Maisonnave, un dels principals dirigents de l'alçament contra Isabel II a Alacant, li va arribar a entregar quatre-cents reals de velló junt amb unes instruccions perquè la insurrecció fructificara en la província, possiblement este fóra el començament d'una relació de tipus mercenari. Sabem que Palloc “es trobava el 22 de setembre de 1868 a Beneixama, d'on va passar a Biar. En eixe mateix dia van entrar a Elda, amb vint hòmens, Tomás Bertomeu i Carvajal, cremant el retrat d'Isabel II, constituint una Junta Revolucionària i apropiant-se de seixanta-tres duros i set carrabines abans d'eixir per a Monòver. Per totes les bandes contribuïen al triomf de La Gloriosa. El 16 d'octubre, Palloc, amb la seua partida, composta per 68 individus, va entrar a Elx, traient de la presó a quatre presos” (1) . El 6 d'octubre va tornar a Beneixama, on va robar dels fons del Sindicat de Regs la quantitat de tres mil reals, que tenia en el seu poder el Depositari D. Vicente Sanz. Serà en 1877, restaurada tres anys abans la monarquia de la branca borbònica amb Alfons XII, quan a petició dels regants s'instruïsca un expedient per part de l'Ajuntament per a intentar aclarir els fets. El que es buscava era si veíns de Beneixama havien informat Palloc sobre l'existència dels dits fons en poder del depositari, però després d'interrogar als testimonis Teodoro Ruiz Mataix, Juan Blanc Mestre i Juan Silvestre Navarro, no van aconseguir establir-se responsabilitats, determinant-se finalment per la comissió presidida per l'alcalde D. Miguel Parra, que la mitat dels fons sostrets els assumira el Sindicat i l'altra mitat “l'abone esta Vila pels mitjans que per a això puguen arbitrar-se, sense que li siguen onerosos a la dita localitat” (2) .
Entre eixes dos dates tenim el testimoni del senyor Joaquín Antonio Sendra de Montserrat, hisendat natural de Pego que crea la seua pròpia partida liberal; en el seu dietari pot llegir-se, “El 28 a la vesprada (setembre de 1868), vaig rebre notícies que les forces pronunciades a Alcoi, es dirigien cap a Pego; de Parcent vaig passar a Murla, cap a on s'acostaven Palloc i El senyor Agustín Albons (Palletes) i al trobar-nos a Orba, convenim passar junts a Dénia. El dia 30 a les 4 del matí entrem a Dénia i ocupada esta ciutat. Es va formar la Junta Revolucionària, traient 2.000 durs de l'Administració de Duanes, que se'ls va quedar Palletes”. “El dos d'octubre de 1868 vaig rebre un propi de Pego manifestant-me que Palloc, Tomaset i D.Camilo Pérez, havien entrat a Pego amb la intenció de sorprendre la vila i donar la situació al partit moderat” (3) . Com veiem, l'activitat de Palloc i de la seua nombrosa partida a favor de la causa era frenètica, i les accions de rebel•lió a favor de la revolució contínues.
De nou el 13 d'octubre de 1869 Palloc ocupa Beneixama, Banyeres de Mariola i Onil, on establixen una altra Junta Revolucionària i alcen barricades, no obstant això l'ocupació dura poc més d'una jornada donat el poc suport local aconseguit i la proximitat de les tropes regulars al comandament del coronel Arrando, que els perseguix en la seua fugida cap a la Marina, aconseguint dissoldre la partida el dia 22. No obstant Samper havia aconseguit a Onil un botí de 2.400 reals, provinents dels fons recaptats pel Registrador de la Propietat. Serà en 1872 quan tinguem noves notícies de Palloc en la nostra comarca; al novembre d'eixe any sembra el pànic a Alcoi, arribant a ocupar la ciutat. De nou a les poques hores d'este nou colp d'audàcia va haver d'abandonar la població.
Com veiem Palloc va ser un dels principals capitostos revolucionaris, en el fet que les seues actuacions de bandidatge van contribuir almenys en part, a finançar el moviment subversiu contra Isabel II i a favor de La Gloriosa, revolució que com sabem donaria lloc al anomenat sexenni democràtic. De la seua importància ens parla el mateix Pérez Galdós que el cita en la seua Espanya Tràgica, dins de la sèrie dels Episodis Nacionals, en un viatge amb tren des de Madrid a Alacant, acompanyat d'altres capitostos, i indicant que “van sublevar molts pobles de la província; es van batre amb els pandorgos, que així anomenaben els monàrquics per allà; van ser vençuts…, la tropa els va donar caça, els va abrasar… al pobret Froilán ens li van afusellar…, els altres es van amagar, van volar…” (4) .
Del seu final, només un any després, ens parla Bernat Capó en el seu Costumari València. Pel que s'ha vist va ser un altre bandoler dit Fullana qui acabarà amb la seua vida. La descripció quasi novel•lada que Capó ens oferix és la següent:

Un dia arribà a Murla el Palloc, cap d´una partida que dominava la vall d´Alcalà, …, i després de fer el fatxuda pels cuatre carrers del poble (…) se n´anà ufà i satisfet pensant que havia aconseguit d´acollonar el Fullana, que no havia donat senyals de vida. Sería cap a hora foscant, pasada la darrera casa del poble i de camí cap a Benigembla, quan escoltá una crida:
- Palloc!
L´al.ludit només tingué temps d´entreveure el seu matador, el foc del trabuc li donà en el pit i caigué abatut. Donada la seua forma de vida i les circunstàncies de la seua mort, o pot ser perquè fos descendent de moriscos, el capellà d´aleshores no va permetre que si li donés cristiana sepultura i el Palloc fou soterrat sota el segon escaló , a l´entrada del cementeri. I allí segueix i tothom el trepitja quan hi entra” (5).

______________________________
(1) El Republicanismo Federal en Alicante. Froilán Carvajal y el diario "La Revolución". Concepción Fernández.
(2) Arxiu del Sindicat de Regs de Beneixama.
(3) Calpe, tierras y almas. José Luis Luri y José Antonio Sala.
(4) Episodios Nacionales. "España Trágica". Benito Pérez Galdós.
(5) Costumari Valenciá. Coses del poble. Bernat Capó.

domingo, 21 de noviembre de 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS

Antonio Muñoz Molina
Antes y después de que el pasado año se cumpliera el setenta aniversario de la finalización de la Guerra Civil, los libros aparecidos que tratan distintos aspectos de la contienda, sus antecedentes y sus consecuencias, se han multiplicado. Eso siempre es bueno porque con ellos han visto la luz muchos detalles históricos hasta ahora desconocidos, como también interesantes interpretaciones que permiten analizar la época desde una perspectiva más imparcial, y así poco a poco nos vamos reafirmando en el aserto, entre otras cosas, de que los buenos y los malos eran todos.
Pero junto a los ensayos, también se han publicado, y lo siguen haciendo en este momento, una buena cantidad de novelas cuyas tramas transcurren sobre un escenario que literariamente no podemos dejar de considerar como extraordinariamente interesante. Las novelas, si están bien documentadas y la ligazón que efectúan entre personajes históricos y de ficción no traiciona la verdadera personalidad y el papel desarrollado por los primeros, sin duda nos ayudan a entender mejor la época. Creo haber escrito en algún lugar que si los libros de historia nos sirven para conocer lo que sucedió, las novelas, si reúnen entre otras las características antes enunciadas, nos permiten conocer mejor el alma del momento.
La Noche de los Tiempos (Seix Barral. Biblioteca Breve. 2009) cumple bien esa función. Básicamente la novela desarrolla a lo largo de casi mil páginas, una historia de amor, pero también desde mi punto de vista una historia de deserción de la tragedia, la eterna tragedia de España. Ignacio Abel es un arquitecto de moda en el Madrid republicano, que de la mano de Negrín se afana en el diseño y la construcción de una Ciudad Universitaria que al cabo de unos meses acabará hecha añicos, convertida en el frente de batalla más duradero del conflicto. Casado y con dos hijos, la familia de su esposa pertenece a la pequeña burguesía funcionarial reminiscente de la monarquía, y que junto a él, también pequeño burgués pero republicano y laico, representan la parte tranquila de España, aquella que no necesitaba de una guerra para tener una vida por delante con ideales propios, pero que quebró como una cáscara seca en manos de los violentos.
Esta sensación de zarandeo y desconcierto se refuerza con la presencia de otros personajes como el profesor Rossman, huido de la Alemania nazi para morir en ante una tapia madrileña bajo los tiros de milicianos republicanos; o la del personaje real Moreno Villa, el intelectual que con su sola presencia afea la conducta teatral e hipócrita de tantos (“Alberti y María Teresa León viajaban a Rusia costeados por el dinero de la República y al volver se hacían fotos en la cubierta del barco, como si fueran dos artistas de cine en gira por el mundo, los dos levantando el puño cerrado, ella envuelta en pieles, rubia, con los labios muy pintados, como una Jean Harlow soviética con cara de pepona española. Bergamín, tan asceta, no se bajaba del coche oficial”. Pg. 64).
Lo bueno de los libros es que, además de contarte bien una buena historia, sean capaces de sugerir en el lector preguntas que quizás nunca encuentren respuesta; este relato lo hace en varios de sus pasajes. Sin entrar en consideraciones acerca de la biografía de Muñoz Molina, después de la lectura del texto se me representa como partícipe de esa tercera España, tan débil y a la vez tan clarividente acerca de las necesidades de su patria. En boca de Negrín exclama “bastarán dos generaciones para mejorar la raza, y nada de eugenesia, ni de planes quinquenales, Reforma agraria y alimentación saludable. Leche fresca, pan blanco, naranjas, agua corriente, ropa interior limpia; si nos dejaran tiempo, los otros y los nuestros…” (pg.680). Y la pregunta al final, una de ellas al menos: “-¿Y ese que lleváis quién es?, -Un fascista, cosa nuestra”; y la tercera España, encarnada también por el personaje de la novela, por esta vez salva la vida de manos de la casualidad, como tantas otras veces. Si de regenerar la memoria de los muertos por los republicanos se ocupó Franco, y los de los nacionales las cúpulas oficiales de los partidos socialistas, ¿quién se ocupa de los muertos desde sus propias filas?. Trotskistas, monárquicos demócratas, republicanos liberales, esperan un turno que quizás nuca llegue.
Muñoz Molina se reafirma en este libro como un excelente descriptor de situaciones y de emociones, pocos como él son capaces de desmenuzar de forma tan minuciosa los sentimientos, de indagar con tanta meticulosidad en las acciones, en las dudas o en los pensamientos de sus personajes, pero también en las entrañas en una de las épocas más tristes de nuestra reciente historia. “-¿Sabe de qué me acuerdo mucho últimamente, Moreno? De una artículo que publicó usted el año pasado, sobre las ganas que parecía tener todo el mundo de matar a su adversario. Yo pensé que usted exageraba. – Yo también me he acordado… Hay palabras que no deberían escribirse, ni decirse. Se dice algo sin estar muy convencido en el fondo o pensando que no importa mucho y al haberlo dicho ya está empezando a ser verdad


sábado, 20 de noviembre de 2010

La Crisis de los Tulipanes

(Basado fundamentalmente en El hombre que cambió su casa por un tulipán, de Fernando Trías de Bes)

Prácticamente todos reconocemos la gravedad de la crisis que nos aqueja, solo algún que otro iluminado es capaz de negarla al principio y asegurar ahora que está superada, pero bueno, aparte de exotismos nacionales lo cierto la depresión actual es de las mayores nunca antes sufrida por nuestro sistema.
En mi opinión no obstante, hay dos rasgos que la diferencian de las anteriores, uno negativo y otro positivo; el negativo es que ahora todo se contagia más rápidamente, es lo que llamamos globalización, tanto externa, entre economías distintas, como interna, entre los distintos sectores y actores de una misma economía. El aspecto positivo es que el nivel de pobreza, aquel sobre el que asegura al menos la alimentación y las necesidades mínimas de la población, es ahora muy superior al de hace un siglo, y no es lo mismo ser pobre pudiendo al menos alimentarse, que serlo en un estado de inanición.
Pero bueno, dejémonos de tecnicismos. La actual crisis está asociada a eso que llamamos burbuja, en nuestro caso inmobiliaria y financiera, bien, pero ¿cuándo se produjo la primera burbuja conocida?, pues ni más ni menos que en Holanda y en el siglo XVII. Se trataba de la crisis de los tulipanes.
Conviene aclarar en primer lugar que para que una burbuja se produzca hace falta que la gente, mucha gente, asuma a la vez dos características esenciales: la de ser necio en el sentido de que no saber algo que debería haberse sabido, y la de ser presuntuoso, es decir, querer aparentar ser o tener aquello que no se es o no se tiene. Dirá el lector que con esto pretendo descalificar a todas estas personas, nada más lejos de la realidad, ser necio o ser presuntuoso, cuando forma parte de una burbuja, es un signo social más que personal, y en ello toda la sociedad está inmersa, quien suscribe incluido.
Veamos pues que fue eso de la crisis de los tulipanes, será divertido buscar las semejanzas con la crisis inmobiliaria que ahora sufrimos, hasta en las penas conviene no perder el sentido del humor.
En el siglo XVII Holanda siguió una política liberalizadora, contraria al proteccionismo adoptado por sus vecinos europeos. Se redujeron aranceles, se facilitó la instalación de nuevos negocios, se apoyó la creatividad económica e intelectual, etc. Años antes un botánico llamado Charles de l´Écluse, había creado un pequeño huerto en la Universidad de Leiden, huerto en el que comenzó a cultivar una nueva planta llegada desde el imperio otomano, el bulbo del tulipán. Tan novedosa era su flor, tan vivos sus colores, que todos los aristócratas y demás pudientes holandeses quisieron tener alguna de esas flores en sus palacios como signo indudable de distinción social. Pero además, para mayor gloria de la egolatría, apareció un extraño virus, el Tulip creaking virus, que provocaba en los pétalos unas caprichosas líneas de colores. Fue, como diríamos ahora, lo más de lo más, lucir tulipanes infectados con este virus en los salones regios era el signo de distinción definitiva entre los aristócratas.
Había un inconveniente, y es que la flor del tulipán apenas dura una semana, entonces ¿cómo se pudo liar la que se lió con algo tan perecedero?, pues porque la demanda que ahora veremos, la de los especuladores, se centró no en la flor propiamente dicha, sino en el bulbo. Aclaremos brevemente que para que una semilla se transforme en bulbo pueden pasar entre siete y doce años, sin embargo los bulbos también se crean en el interior de los capullos, y aquí su ciclo reproductivo es anual. Estos bulbos se arrancaban de la flor entre junio y septiembre para posteriormente plantarse, de manera que a la siguiente primavera aparecen las flores tan deseadas. En estas circunstancias el precio de los bulbos creció vertiginosamente y entonces a alguien se le ocurrió, no vender el bulbo, que por otra parte no se podía porque estaba enterrado bajo tierra, sino el derecho sobre el futuro tulipán. Los futuros son ahora una parte básica de nuestros mercados financieros, pero entonces eran toda una novedad.
Veamos de la manera más resumida y clara posible como era el funcionamiento de estas transacciones; para mejor comprensión utilicemos la actual moneda, el euro, aunque entonces fuesen florines de la época.
Pongamos que alguien ofrece 10 euros por un bulbo, pero como este estaba enterrado, el comprador entrega un euro como señal al vendedor, a condición de que cuando al año vaya a recoger el tulipán se entreguen los 9 euros restantes. Con este derecho sobre el futuro tulipán convenientemente documentado ante notario, este comprador a su vez lo ofrecía en venta a otros compradores situados en otros mercados, que lo compraban por ejemplo por 20 euros, pero le entregaba como señal 2 euros. En un tercer eslabón, el precio se elevaba por ejemplo a 30 euros y la señal entregada en ese momento era de 3. Todos estaban confiados que el aristócrata de turno, holandés, francés o de cualquier otra parte de Europa, al final lo compraría a un precio suficientemente alto que permitiría el beneficio de todos. En octubre de 1636 el derecho sobre un bulbo de tulipán se vendía a 20 florines (unos doscientos euros actuales), pero el 3 de febrero del año siguiente se alcanzó el máximo histórico con casi ¡¡200 florines!! (unos 2000 euros). Evidentemente la euforia fue de tal calibre que la gente dejó sus trabajos habituales para dedicarse a la compra-venta de derechos de bulbos, nadie tenía ningún tipo de inquietud por vender o hipotecar sus propiedades, incluso su propia vivienda, para poder comprar estos derechos.
Llegó febrero de 1637 y con él, el momento de desenterrar los bulbos que debían florecer ese año, pero la venta no fue como se esperaba, los precios habían subido demasiado y muchos aristócratas comenzaron a pensar que quizás podrían presumir ante sus invitados de otra manera. A menor ganas de comprar, mayor ansia por vender, por lo que los precios comenzaron a bajar de manera frenética: el pánico se había apoderado de los mercados. El 1 de mayo los precios llegaron al mismo nivel del 12 de octubre anterior, las grandes plusvalías esperadas se habían convertido en humo, la ruina estaba servida.
Al final, como suele suceder en estos casos, tuvo que intervenir el gobierno, pero la solución ofrecida no agradó a nadie. Solo con el paso del tiempo el país sacó la parte positiva de todo este embrollo: Holanda concentra hoy en día el 87% del mercado mundial de tulipanes que se venden… al precio normal de los tulipanes.
Son muchas las moralejas que se pueden sacar de este episodio pero yo me quedo solo con una: no hay que confundir valor con precio, y cuando el precio de algo sube mucho más de lo que objetivamente vale, antes o después bajará, y que Dios coja confesados a los que lo hicieron subir y no se salieron a tiempo del montaje.

domingo, 16 de mayo de 2010

Constitución de 1978. Evocación o referencia

Han pasado más de treinta años desde la aprobación de la actual Constitución, promulgada el 29 de diciembre de 1978. Con ella se levantó el pilar fundamental del proceso conocido como la transición española, a través del cual se moduló el cambio político desde un estado autoritario a otro democrático. Si hay una palabra que puede adjetivar el proceso seguido esa es la de consenso. Efectivamente, desde el primer momento, los máximos representantes del sentir popular unieron sus esfuerzos en lograr un sistema político en el que todos los españoles se sintiesen representados, desde los mandatario del régimen de Franco que, no lo olvidemos, contaba aún con un inmenso apoyo popular en esos momentos, hasta los políticos que habían sufrido el exilio o, encontrándose en España, no habían podido ejercer y proclamar sus postulados políticos.
Con las excepciones que se quiera, la verdad es que en general unos abandonaron su posición de poder a favor de un nuevo sistema democrático sin apelaciones a la resistencia, que sin duda nos hubiese llevado por una senda traumática y peligrosa, mientras que los otros renunciaban a un ajuste de cuentas en el que seguramente habían soñado a lo largo de sus vidas. Muchos nombres nos vienen a la memoria para ratificar estos hechos, pero quedémonos a simple título de inventario con tres, en primer lugar con el rey Juan Carlos I, sucesor de Franco por voluntad propia en la Jefatura del Estado, que sigilosamente día tras día, había conseguido sumar apoyos a su inequívoca idea de democratizar el país, hasta hacer creíble su plan a la inmensa mayoría de la oposición; en segundo lugar Adolfo Suarez, que desde la Secretaria General del Movimiento, última referencia política del falangismo en el régimen de Franco, se convirtió en el primer presidente de la democracia, logrando la aprobación de la Ley de Reforma Política en 1976 por las propias Cortes franquistas, lo que de hecho suponía la liquidación del régimen que esas mismas Cortes representaban, y en tercer lugar Santiago Carrillo, cuya actuación en la Guerra Civil le convertía en la auténtica bestia negra a los ojos de los seguidores franquistas, pero que en aquellos momentos desde la dirección del Partido Comunista, representaba como nadie el sentir de la oposición al régimen de Franco, que aceptó públicamente, en un acto visualmente difícil de olvidar para quienes tuvimos el privilegio de presenciarlo ante las pantallas de la televisión, la monarquía y sus símbolos, bandera e himno, que también lo habían sido durante los cuarenta años de franquismo.
Hasta ese momento la historia del constitucionalismo español se había manifestado de forma harto inestable. Efectivamente desde la constitución aprobada por las Cortes de Cádiz en 1812, pionera en el liberalismo político en cuanto a que solo tenía los precedentes de la de 1787 de EEUU y 1791 de Francia, hasta la de 1978, ocho textos constitucionales, más otros dos aprobados pero que no llegaron a entrar en vigor, en 1856 y 1873, además de las siete Leyes Fundamentales de la época de Franco, reflejan una inestabilidad jurídica que es fiel reflejo de la inestabilidad política de los siglos XIX y XX en España.
Pero si esto es así, si damos como buena esta inestabilidad, bien estará que nos preguntemos las causas de la misma. Para muchos autores, y hago mía esta tesis, el motivo de la poca perdurabilidad de las distintas leyes constitucionales hay que buscarlo en primer lugar en las excesivas influencias exteriores en cuanto a las ideas políticas, dado que España quizás, tras sus momentos álgidos en la historia llegados de la mano de los Austrias y de los primeros reyes Borbones, no ha tenido un cuerpo intelectual y social lo suficientemente fuerte como para dotar de originalidad sus propuestas, en competencia con las nuevas potencias británicas, francesa, alemana y finalmente americana.
Quizás por los mismos motivos España no ha conseguido ser un Estado lo suficientemente fuerte, institucional y políticamente hablando, que garantizase la estabilidad general, independientemente de los avatares políticos del momento. Y finalmente, y como consecuencia de esto último, las distintas ideologías gobernantes casi siempre han querido imponerse a las que estaban en la oposición, y así sucesivamente. Esta último es, en mi opinión, la más grave de las causas de la inestabilidad y cuyo reflejo se vislumbra claro en nuestra historia constitucional: a la Constitución liberal de 1812, le siguió el conservador Estatuto Real de 1834, a éste le siguió la de 1837 que recupera ciertas libertades anteriores,… así hasta la Constitución de la II República de 1931, que recogiendo las ansias de cambio mayoritarias de los españoles, plantea reformas ambiciosas y en cierto modo revolucionarias, muchas de las cuales lejos de consolidar las adhesiones al régimen, provocó el rechazo de grandes sectores de la población.
Desde este punto de vista, todo hacía indicar hasta hace muy poco, que por fin se había abierto en 1978 un nuevo camino en la historia de esta vieja nación que es España. Lo proclamado en su artículo primero nos introduce definitivamente en el grupo de países modernos e ilusionados por su futuro, “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Pero desde mi punto de vista, una pieza ha quedado suelta en los últimos treinta y un años en nuestro engranaje político. Se trata, es fácil de suponer, de la “Organización Territorial del Estado”, según reza el Título VIII de la Carta Magna. El estado, según el citado título, se organiza en municipios, provincias y comunidades autónomas, y según el punto segundo del artículo 138, “Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos y sociales”. Con la crisis económica que en estos momentos sufrimos se impone una reflexión en torno al modelo del Estado de las Autonomías; deberemos pensar si nuestra economía es capaz de soportar el brutal peso burocrático que han ocasionado, o si por el contrario deberíamos replantearnos la gestión conjunta por parte del Estado de muchas competencias que con la descentralización no han contribuido a solucionar problemas y sí a engordar nuestro déficit público. Sé que el camino recorrido es de muy difícil retorno, aunque éste sea parcial, porque las ansias nacionalistas no han hecho más que aumentar muchas veces desde la irracionalidad. Pero con todo, deberemos pensarlo.